Un informe de la Fundación Alternativas concluye que la democracia se necrosa en España. No puede ser de otro modo si los partidos grandes cada vez se parecen más, porque los programas electorales carecen de valor y se incumplen sin pudor. Se pudre porque los mismos que nos exigen sacrificios dilapidan cantidades de dinero inmorales. Se corrompe cuando los medios de comunicación, que deberíamos ejercer de contrapeso del poder, estamos a merced del capital que nos lleva a precarizar nuestro principal activo: el periodista comprometido con la información. Es la lucha de un David en ERE, con reducción de sueldos o con salarios mínimos contra un Goliat blindado por los poderes fácticos. Aquí no hay ondas ni gaitas. David no gana. Pierde el periodista y el ciudadano. La democracia no puede avanzar con una educación que cambia según quien gobierna o con las personas necesitadas desprotegidas. Se gangrena porque la desigualdad es antidemocrática. Así las cosas, Cayetano Martínez de Irujo se lamenta de que nacer en un palacio es un hándicap para lograr el Príncipe de Asturias. Esta distancia con el pueblo también corrompe la democracia.