Aprender a vivir „o a morir„ es la mayor empresa del hombre. El más allá nos espera, según dicen. Soy de esos impresentables sin prisas por marcharse del más acá. La muerte no me importa. En cambio, la tarea de existir me desborda. El veneno del capitalismo inocula sobredosis de vida a mucha gente. Sirva de ejemplo mi madre, sin ir más lejos. Conozco a la pobre „pobre de cuna, se entiende„ pagando a l´home de la mort desde que tengo uso de razón (es un decir). Este señor es toda una institución en pueblos de la Ribera como Sueca.

Cada mes recibimos la visita de este fúnebre hombre que cobra una cuota como anticipo de los funerales de la familia (un tipo así merece un futuro artículo). Esto jamás lo digirió mi caótico esquema mental. En verdad la actitud de mi madre tampoco es ilógica. Incapaz de financiar nada -no como servidor, que pago a cuotas hasta el bocata de jamón- se sofoca al no poder liquidar su funeral al contado.

A mí me da repelús eso de pagar tu muerte antes de que te visite ésta. Que llame al timbre el «hombre de la muerte» es de película de Luis Buñuel. Casarse a la fuerza con la Parca da mal rollo. Y que mi madre se anticipe a la muerte de mi padre no me parece un gesto de amor (y si lo es, bienvenido sea el odio). Pero mira por dónde que un tal José de la Cavada, responsable de la CEOE, considera exagerado el permiso de cuatro días que el Estatuto de Trabajadores otorga por defunción de familiares de primer grado. ¡Hombre! ¡No fastidie! Mi madre toda su vida soltando todos los meses la pasta para darme una muerte digna (ya que no fue posible la vida) y usted, so insensato, racaneando en permisos. Si ya no honramos ni a los muertos, ¿a quién vamos a rendirle pompa? ¿A Tintín? A mí me parece una falta de respeto hacia todas las madres que, como la mía, invierten en los sepelios de su gente. A ver si ahora con el pretexto de la crisis nos roban el derecho al luto.

Explica este tipejo que el sentido de tales días de permiso tenía razón de ser cuando costaba desplazarse. Que ahora, al viajar en coche, enterramos a los nuestros con mayor agilidad. Me da que este hombre malinterpreta la Carta de Epicuro a Meneceo, ya saben: «Acostúmbrate a pensar que la muerte para nosotros no es nada, porque todo el bien y todo el mal residen en las sensaciones». Y añade que «la recta convicción de que la muerte no es nada para nosotros nos hace agradable la mortalidad de la vida».

En verdad el filósofo griego nos advierte de que nada sentimos al morir. En cambio, vivir es un mar de sensaciones, la fuente de nuestra dicha o desgracia. ¿Por qué temer entonces a la muerte? Perdone esta perogrullada sapiencial, señor de la Cavada.

Morir es poca cosa, pero déjenos en paz a los muertos. Y a los vivos. Guárdese las prisas. Despedir a los nuestros es mucho. Aunque morir es nada.