No hay rata común que pese más de cien gramos, asegura un especialista en plagas, desmontando con sus palabras las habituales exageraciones de los portavoces de las asociaciones de vecinos cuando protestan ante los ayuntamientos por espacios sucios o degradados. Las ratas constituyen el elemento más utilizado cuando se trata de definir el más alto grado de deterioro de un lugar o un barrio, y nunca nadie tuvo la ocurrencia de protestar si son de pequeño tamaño. Cien gramos parecen mucho, pero si uno va al supermercado y pide ese peso en jamón serrano comprobará que no es para tanto. Otra cosa es el problema de la globalización. En Girona andan a vueltas con un bicho procedente de la Patagonia, llamado coipú, que más parece castor que rata y que ha echado raíces. Y en el Bronx neoyorquino se defienden con palos de beisbol de unas ratas gigantes, procedentes de Gambia. Con todo, las más peligrosas caminan sobre dos patas y no siempre tienen bigote.