No voy a hacer todavía un balance del verano, si lo ha habido o no y dónde ha sido más duro. Me contento con reflexionar sobre la situación de inestabilidad de la semana pasada, centrada en el sudeste. La situación fue peculiar porque no es extraño en el entorno mediterráneo que se den, en la segunda mitad de agosto, fuertes tormentas locales que enmascaren las cifras de todo el mes. De golpe, tras semanas sin llover, en una hora, se recogen de 50 a 100 litros, se suman a la estadística y convierten a todo un mes en húmedo. Más adelante, esa estadística se anclará en las cifras medias de los periodos de referencia de 30 años y hará que las medias de agosto sean, por ejemplo, de 12 litros, aunque la realidad sea que muchas veces no llueve nada y algún año suelto haya caído una tromba puntual que lo cambie todo. Pero lo de la semana pasada fue una situación prototípica de la primera quincena de septiembre, es decir, tormentas irregulares en su distribución e intensidad pero relativamente generalizadas. La situación se prolongó prácticamente cinco días y, en algunos casos, llovió de una forma relativamente regular y moderada para ser finales de agosto. Eso nos puede llevar a pensar que todo ha pasado demasiado pronto, porque, además, ha ido acompañado de una fuerte bajada de temperaturas. La verdad es que la naturaleza, en este caso la meteorología, no entiende de meses y, porque todo se haya dado una semana antes, tampoco es para exagerar. Para lo único que ha sido demasiado pronto es para mostrar nuestras vergüenzas. Claro, cuando todo esto pasa en septiembre se ha terminado la temporada alta del turismo de sol y playa y no queda tan patente nuestra mala ordenación del litoral o el que los crecidos y sucios barrancos echen en las playas tanta mierda. Si pasa en agosto, todo eso es visto y padecido por los turistas y, sólo por eso, ha sido demasiado pronto. El turista se quejará del mal tiempo pero sobre todo de que con «cuatro gotas» se monte lo que se monta. La verdad es que no han sido cuatro gotas pero algo más se podría hacer por parte de las autoridades «competentes» para atenuar esta realidad.