La crisis ha reforzado los espíritus primordiales: la familia, la tribu, el pueblo y el huerto del tío. La raza, la lengua y la tomatina. El trueque, el jardín de hortalizas y otros intercambios anteriores a la edad de los metales. Como ocurre con las almendras o las ciruelas, se dan los dos linajes de frutos: los dulces (que en este eterno retorno son casi todos) y los amargos. Estos últimos se suelen presentar con parafernalia parda, brazo en alto y proclamas desgañitadas. Calma. No miren a los locos: son contagiosos. Pasa ave, y enséñame a pasar: el problema no es Gibraltar, por más capullos que reúna la Gran Bretaña, sino las élites extractivas que llaman, o sea, el casamiento entre políticos atrapados por las pelotas y financieros impunes.

El año pasado y sin decírselo a nadie me fui a la cornisa cantábrica de vacaciones. Y este año me he bañado en las aguas sagradas de Quíos

„la isla de Homero„ y Lesbos. Los griegos, muy bien, alegres en sus peñas bañadas de espuma: pelearon como leones, pero los dejamos solos, ¿recuerdan? En otro momento, me iré a Portugal, país cuya soberanía respeto, pero que me niego a considerar distinto de mis hermanos de Andalucía o Cataluña. Es una pena que hayamos perdido un poco de cosmopolitismo, pero tampoco es que nos hayamos criado al amparo de la Declaración de los Derechos del Hombre ni que en la biblioteca de casa estuviera «La Ilíada» en griego clásico, no exageremos.

Mi sorpresa fue ver uno de esos programas banales de la tele en el que sondeaban al público y comprobar que, secretamente, había personas de todo tipo trabajando por los más próximos, viviendo al itálico modo en la playa de la abuela, reforzando su perfil latino, comprando chorizos en León o llevando a los herederos de erasmus a Lisboa ¿Una confederación de pobres? No llega a tanto: un reflejo defensivo que tendrá larga vida tras haber descubierto que las fronteras se abatieron sólo para el dinero desbragado y sin caución y que a nosotros nos escarban el culo en los aeropuertos. Antes de un mes, las granadas habrán desgranado sus rubíes.