Muchos hemos vuelto de vacaciones, otros las disfrutan ahora y la mayoría no ha tenido. Demasiados parados y trabajo en negro para practicar la vida contemplativa. Este país no carbura y no me llamen agorero porque me niego a pensar en positivo por mucho que insistan los gurús de la autoayuda. Pensar en positivo es una trampa, un acto interesado. Lo explica muy bien el catedrático de Filosofía Moral y Política Aurelio Arteta en su último libro sobre tópicos nacionales. Se trata de un pensamiento que elimina lo que nos degrada o perturba, prescinde de la crítica y atiende sólo lo que nos es favorable. Esto lo saben bien los políticos liderados por el modelo De Cospedal. Pensar en positivo es borrar del disco duro todo lo que nos ensucia y señala. Pensar a secas es cuestionar la apariencia, la evidencia o lo convenido, y nadie dice que sea agradable. Es la manera de pensar que justifica el papel social de los medios de comunicación críticos. Convendrán conmigo en que airear la recuperación laboral con una reducción de 31 desempleados en agosto es obsceno. Pues no me llamen agorero.