Excusen si en vez de un artículo de la serie de refresco comento una anécdota como la de la candidatura olímpica, y del desastre en que ha parado esta nueva operación (prestige) Armada Invencible. El chapapote les anega, pero no sé si alguien va a dimitir.

¿Quién vendió la cabra? Y, sobre todo, ¿cuánto han pagado por esta ceremonia de la confusión? A esta hora, ni el director general de Deporte (de allá) ni el concejal encargado (de acá) han dimitido. Ellos se embarcaron, ellas se embarcaron „había que verlas, tan ufanas, ambas dos„ y no sabemos de qué iban las propuestas y qué base tenían. Queremos conocerlos, a toro pasado. Queremos los dossieres, esos proyectos tan seductores. Mucha traca y desfile fallero, muchos vips invitados... colijo. Como los que les acompañaron a una y otra. ¿Cuántos eran? Queremos saber lo que costaron vuelos de tantos artistas, dietas de tantas autoridades, y sus equipos, por quién estaban formados (¿peluqueras?, ¿modistos?).

Les han dado con el canto en los dientes. Pero como la vergüenza la perdieron hace tiempo, y las cualidades también, mucho antes, no acusan el golpe. Salvo que la cara es el espejo del pozo del alma. ¡Menudas jetas se han traído! Es el estrés, claro está. Y de paso, todos esos tamborileros del pesebre, encantados con la vela y el motor, si recogen en el platillo algo, limosnas o encargos, que se pongan el sayal de la penitencia y quedan mejor callados.

Como ya dijo don Juan Carlos, para referirse a Arias Navarro: «Es un desastre sin paliativos». Y eso es lo que son, este ganado es de destiento. Lo sabíamos hace tiempo sobradamente, de la edil de Madrid y de la edil de Valencia, del mismo redil ambas. Dios las cría y ellas se juntan.

Harán juegos malabares, menos finos, para decir que la Armada Invencible pereció bajo la tempestad. Que no nos quieren. Que nos traicionan Francia, Inglaterra, Mónaco, ay, Alemania, tal vez. O los Emiratos. El mundo entero nos da la espalda.

Y lo peor, están riéndose, con causa justificada. Hemos hecho el ridículo, nos han llevado al espantoso ridículo. Y han quemado a don Felipe de Borbón, lo que faltaba. ¡Qué peligrosos son los asesores! Buscando audiencia les despeñan... Y van tres en poco tiempo.

El despago es general, la rabia crece. El público aguantó las fiestas más de lo esperable. La ola para barrerlos no se levantó, no hubo motín de Esquilache. Pero todo llegará un día de estos. El desapego se extiende.

No nos representan. Ni a los que trabajan ni a los que buscan trabajo; tal vez a sus familias, a sus amigos, a sus clientes. Por favor, llévenlos al almacén de la historia. Están aún en la bufa la gamba y resultan nocivos para la sociedad. Son ellos los que impiden que el futuro se abra paso, que haya solución a los problemas. Solo quieren camuflarlos, disfrazarse y engañar más todavía. Y qué arteros son. Por aquello que una mentira que se repite acaba pareciendo una verdad (Goebbels dixit).