El tesejota acaba de ratificar la anulación de la sanción impuesta al director de La Noria de Monforte del Cid por la colocación en el instituto de una foto boca abajo del entonces conseller del ramo, Alejandro Font de Mora. ¿Se acuerdan? José Luis Santiago, responsable del centro, hizo aquello como muestra de rechazo a la obligatoriedad de impartir Educación para la Ciudadanía en inglés, aunque aquí la sección segunda de lo contencioso administrativo podía haber llamado la atención al profe por no haber colgado otros cuantos para denunciar a don Alejandro por haberse convertido en uno de los grandes impulsores de los barracones y por sus múltiples ocurrencias, ya que de la Judicatura también se puede esperar cualquier cosa. Cinco años ha invertido la conselleria en arengar a sus servicios jurídicos para que el autor de la tropelía sobre el insigne gestor de la era Camps no escape sin mancha de la afrenta, a pesar de que ya en 2010 la sentencia en primera instancia reconocía la libertad de expresión del educador para colocar la foto de lado o cara a la pared puesto, que se sepa, el denunciante no llegó al paroximo de exigir que Santiago la pusiera para los restos en su mesita de noche, debiendo cepillarla a diario y disfrutando de la relaxing cup of café con leche en su presencia. En el tiempo transcurrido, mientras el batallón de abogados, o los que hayan sido, sufragados a nuestra costa, no han cejado en perseguir a su presa y el sistema educativo ha progresado viento en popa a toda vela como saben, el señor Font de Mora ha sido distinguido con la Gran Cruz de la Orden de Alfonso X El Sabio, máxima condecoración existente para personas que han contribuido «en grado extraordinario al desarrollo de la educación, la ciencia, la cultura, la docencia o la investigación». Hoy, aunque ocupa la vicepresidencia primera de las Corts, muchos ignoran que está boca arriba. Debe ser su sino.