Una gotera de consideración impidió ayer que la primera sesión de control a Rajoy del curso arrancara a las nueve de la mañana tal como estaba previsto. En la calle caía la del arca y, lo que se vino encima dentro del hemiciclo, tampoco fue para despreciarlo. Un gran chorro se precipitó desde el techo sobre la tribuna habilitada para la prensa, por lo que el mensaje parece claro: en medio del panorama que tenemos, hay que mojarse un poquitín más, chicos. Y de ahí, el manantial en cuestión pasó a poner perdidas las localidades de Izquierda Plural y parte de las del pesoe. Menos mal que las vías de agua que debían arreglar los operarios eran las que eran porque, de tener que solventar las de la izquierda en su conjunto, los fontaneros del mundo unidos allí congregados habrían optado por la excedencia o, mejor, por cambiar en bloque de oficio. Las obras del Congreso, cuya realización propiciaron la fisura y el incidente posterior, forman parte de un proyecto de Patrimonio del Estado y está previsto que finalicen en noviembre por lo que, salvo que haya tráfico de influencias, el año que viene seguirá aquello dale que te pego. No obstante, buena parte de los parlamentarios se lo pasaron pipa sacando fotos con los chismes y haciendo con ellas sangre en la red para que pasado mañana mismo le den los Juegos a la capital. Por eso no debían haberse preocupado porque, cómo no, un grupo de japoneses andaba dándose un garbeo por el interior de la Cámara, aunque el departamento de Comunicación intentó quitarle hierro a la metáfora aduciendo que eran asiáticos en general. El que peor se tomó el asunto fue el presi de la institución quien, tras citar a los presentes a las diez, tuvo que retrasar el inicio para una hora más tarde ya que, según él mismo transmitió a los diputados, existía riesgo de electrocución. La reparación al menos de ese desperfecto dio paso a la puesta en marcha de una nueva temporada. Qué se le va a hacer.