El papa Francisco y el arzobispo Osoro tienen razón al posicionarse contra la guerra en Siria. Contra guerra la civil que pretenden EE UU y sus satélites: Israel, las monarquías del Golfo Pérsico y Turquía, con el increíble apoyo de Hollande. ¿De dónde habrá salido este halcón que tan vehementemente desea entrar en guerra con impunidad garantizada, digámoslo todo, contra el llamado régimen sirio? A pesar de sus proclamas guerreras no se atreve a declarar las hostilidades él solo si no va acompañado del paraguas de EE UU. ¡Así cualquiera!, que diría el castizo. Con la mayor potencia armada mundial bombardeando desde no se sabe dónde a la población siria (perdón, al régimen sirio), cualquiera declara una guerra. ¡Qué espectáculo tan lamentable!

Conviene recordar que tras la invasión por EE UU, Irak ha quedado dividido, destruído y enfrentado a muerte entre religiones y etnias. Previamente, como en la actualidad, se produjo la demonización del presidente Sadam Husein, exactamente como ahora sucede con Bachar al Asad (iguales o peores dirigentes los hay entre los que apoyan a los rebeldes, y no pasa nada). Incluso somos sus aliados y amigos. A lo que hay que añadir el espejismo de la denominada primavera árabe, que ha llevado al poder a lo más granado del radicalismo islamista.

En lugar de activar la diplomacia y la negociación multilateral, se produce el puenteo, sistemático, una vez más, por el imperio, del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. ¿Por qué no espera, al resultado de las pruebas obtenidas por los inspectores de las Naciones Unidas, que son los únicos que pueden merecer alguna credibilidad? ¿Por qué no aporta Obama a estos inspectores los vídeos que está difundiendo, si tan convencido está de su autenticidad? ¿Quién es Obama para fijar unilateralmente líneas rojas? ¡Menudo premio Nobel de la Paz! Es el primer aliado y sostenedor declarado de la guerrilla radical islamista, con todo el tremendo peso específico de la CIA. El juego (sucio) es azuzar el conflicto para llevarlo al callejón sin salida de la intervención unilateral en la guerra, implicando a sus aliados subordinados, como la España del desacreditado, torpe y servil Rajoy.

Ver a los rebeldes islamistas como liberadores de no sé qué, contando entre sus filas al lamentable y ya famoso Abu Sakkar, que ha llegado a exhibir el corazón de un soldado sirio en la mano derecha y otra víscera en la izquierda, arrancados con su machete, jurando ante Dios que «os comeremos vuestros corazones», y comiéndoselo efectivamente. O el vídeo del diario The New York Times, reflejado en una foto por este diario, donde se ejecuta a siete soldados sirios mediante el tiro en la nuca, con la previa promesa «ante el Señor» de que se vengarán; no parece que debiera servir, precisamente, para conseguir el apoyo de ciertos círculos progresistas en la nueva aventura belicista de Obama. Hiela la sangre pensar que esta gente pueda tomar el poder en Siria tras el ataque de este pseudopacifista.