L a Via Catalana fue un éxito entre los puntos cardinales del Principat y más allá. Esa rauxa al servicio de la nación se multiplicó, entre otras cosas, porque hay mucho jacobino alimentando el independentismo. La Via Catalana es un gran evento. Cataluña buscaba a Adelson pero se quedó en Bañuelos para su Eurovegas y el mar de estelades sirve para perfumar al difunto. Con una economía arruinada, el Barça en retirada y pocos éxitos que vender, la performance nacional se encadena a Barcelona´92 y el Fòrum. Se tapan las grietas del fossar y se alimentan ilusiones.

El peligro de los sueños es que se cumplan. La cadena humana llegó a Vinaròs, porque en los lindes el ADN es tornasolado. Las fronteras son así. Cada soflama centralista en Cibeles engendra un independentista. Y a cada estelada en tierra valenciana nace un votante del PP. Que los va a necesitar. Pura simbiosis en la CV, que es el máximo exponente demoscópico de España (si haces el retrato robot de un español te sale un valenciano, con perdón).

Pero nos ocupan los grandes eventos. Aquí sabemos de eso y nadie niega éxitos pretéritos. Por eso la mayoría vio en la subsede olímpica de Valencia para Madrid 2020 la de balsa de Caronte para vadear esta crisis amazónica. La verdad es que no levantamos cabeza. Pasaron los tiempos del «això ho pague jo» y seguimos surfeando sobre la decepción. Voló la America´s Cup pero hicieron méritos para ello porque ni Jack Sparrow se habría atrevido a tanto. Luego llegó la tormenta perfecta, familias destrozadas y sin expectativas, el holocausto bancario, el adiós de la F1, los juegos nonatos y el Valencia CF temblando. Hemos bajado tanto el listón que a algún alcalde sólo le llega para inaugurar un bar.

Y resulta que tienen un gran evento al alcance. Se llama, efectivamente, València Club de Futbol. Los distintos gobiernos populares le han dedicado tiempo y recursos públicos. Sin embargo, para ser suaves, no han dado con la tecla todavía. El VCF es la primera institución deportiva de la CV y su presidente la segunda autoridad tras el Molt Honorable. El próximo verano, a puerta gayola de las elecciones y si nadie no lo remedia, pasará a manos de la Generalitat. Gestionar las emociones deportivas no es plato de gusto. Los gobiernos no están para eso salvo que seas catarí.

Como la referencia del Pleno del Consell de los viernes no se monta para dar detalles de los goles del Memín Pabón, deberían ponerse las pilas. Hagan un casting en el Gotha valenciano, busquen prohombres de la fiesta (misión harto complicada habida cuenta de las dificultades económicas del empresariado valenciano y la indolencia atávica de nuestra burguesía, que es del Madrid o del Vila-real) o, en su defecto, encuentren fuera al elefante blanco. Señores serios y que preserven el tuétano valencianista y su engarce con la sociedad.

Presidente ya tienen. Para gestionar la transición y permanecer, si quiere. Porque Amadeo Salvo no es Slim Pickens en Teléfono rojo€ Cree en el club, no en el suicidio, está preparado y mamó de la ubre blanquinegra, virus incurable. Falta que en palacio se entienda qué es el Valencia CF y su tamaño. Hay más clubes en la CV, eso es una evidencia, pero una cosa es el santo y otra la peana.