Camino del trabajo, con la ventanilla de mi lado abierta, llegan por ella los ruidos de la calle y el tráfico, que no hay manera de encerrar en un pentagrama, y revelan la indudable falta de sinfonía de la naturaleza en estado urbano. En la otra mitad del coche, con la ventanilla cerrada, prevalece la voz de Tom Waits interpretando Diamond In Your Mind con la garganta más cavernosa y cálida de los tiempos. Las dos partes del cerebro no saben qué hacer con lo que les llega, ni siquiera cómo intentar la convivencia. No es solo un asunto de falta de sindéresis entre ellas. La parte inundada de belleza reprueba a la otra que simplemente exista, e impida, con sus bajezas, el advenimiento de lo inefable. Que sería de ti si yo no te diera de comer, imbécil, responde sin contemplaciones la parte vil y prosaica. En ese mismo instante, Tom Waits acaba su celestial ración y ya no hay caso.