Cada campaña electoral, los distintos candidatos nos dedican piropos y repiten y repiten hasta el agotamiento el respeto que tienen por la deuda que la sociedad tiene contraída con los de la Tercera Edad (así, con mayúscula) por el gran esfuerzo que hemos hecho para llevar a España a donde está. Y mucha coba más. Pero conseguido el voto, vuelven a sus peleas y a sus ya habituales derroches sin preguntar a nadie, con la idea de fardar con dinero ajeno y que lo pague el siguiente.

Como el irresponsable derroche arruina a las arcas públicas, todos están de acuerdo en sacar dinero de donde haya. ¿Y dónde hay? Pues en primer lugar, en las nóminas de los empleados apretando el IRPF. Después con impuestos sobre el gasto de las familias apretando la tuerca del IVA y cuando ya no queda nada en el plato se busca y se rebusca en las reservas.

Y allí está el gran pastel. En el patrimonio que hemos formado los españoles a costa de nuestro trabajo, es decir en el capital de las pensiones Y como estamos en una democracia, lo mejor es que los propietarios de esos fondos no tengamos ni representación ni siquiera opinión para defender lo nuestro en ese asalto.

Lo lógico, superada la dictadura, sería que en el Pacto de Toledo „creado para administrar los fondos de las pensiones„ los pensionistas tuviésemos una representación democrática para controlar nuestro patrimonio. Pero eso no lo puede admitir nuestra democracia tutelada por la prepotencia de los partidos políticos e interlocutores sociales. Lo de Bernan, de «todo por el pueblo, pero sin el pueblo».

¡Que vergüenza de Administración, la que no tolera la mínima presencia de los administrados¡ Como estamos indefensos y sin capacidad de opinión, nos hemos de tragar las consecuencias de su mal gobierno con cargo a nuestro modesto capital. Porque nuestra historia es una historia de permanentes recortes

Primero „por aquello de la solidaridad„ se admitió un techo máximo de las pensiones, con independencia de lo cotizado. El que más puso, más perdió. Después se prohibió el cobro de dos pensiones a los que habían cotizado por dos empleos diferentes. Más tarde se volvió a prohibir que una viuda cobrase su pensión y la de viudedad. Después se volvió a recortar elevando los últimos años cotizados. Como no había bastante se amplió el tiempo de cotización. Como era poco, se inventaron el medicamentazo a los pensionistas. Hace un año se congelaron los aumentos de IPC prometidos. Y ahora una cuadrilla de matemáticos de laboratorio se inventa una fórmula que no la entiende ni Einstein para recortarnos 800 millones de euros para el año que viene y un total de 33.000 millones en el futuro próximo, mientras a nosotros no se nos da la oportunidad de intervenir.

Esto de democracia no tiene más que el nombre. En realidad, es un abuso que por su mala administración lo paguemos siempre los mismos, mientras ellos, como castigo, se retiran con sueldos escalofriantes en las empresas privadas. Así que habrá que tomar medidas o se nos comen.

La primera, exigir a tres representantes de los jubilados en el Pacto de Toledo para enterarnos de lo que se intenta y poder defender lo nuestro. La segunda, que den la cara en los clubs de jubilados y comparezcan representantes de los políticos para explicar que pretenden hacer y hasta donde van a llegar con esa fórmula mágica que nos liquida. La tercera, que se cumpla con nuestros derechos adquiridos con el sudor de nuestra frente, que no como asesores de tal y cual. Y si no hay bastante, que se cubra con cargo a los presupuestos del Estado y a otra cosa. Así aprenderán a administrar bien y con poco dinero. Porque si no nos plantamos no se hasta donde van a llegar.

Es verdad que ahora pueden hacer lo que quieran. Pero cuidadin, cuidadín, que se acercan tres años electorales seguidos y ahí tenemos la sartén del mango. Y a lo mejor se van a enterar. A ver quién es el guapo que se dirige a nosotros con jabón y alabanzas pidiendo el voto, porque podría salir trasquilado. Cada uno también tiene su hora.