El temor de los deportistas a una reducción del apoyo institucional a su actividad tras la decepción de la candidatura olímpica de Madrid para 2020 está bien fundado, y en lo que respecta a la Comunitat Valenciana no solo tiene una base sólida; es que los recortes y los impagos se han convertido en habituales en los últimos tres años.

Mientras el fútbol y algunos clubes de baloncesto como el Valencia Basket han renunciado a las subvenciones oficiales, decenas de federaciones deportivas como las de atletismo, natación, patinaje, tenis de mesa y otras insisten sin éxito en cobrar lo que las administraciones les deben desde 2010. En este escenario económico, que la Generalitat gastara 300.000 euros en financiar un partido de la selección española de baloncesto en Castelló ha sido tomado como una afrenta por el deporte base valenciano, que ha tenido que implantar un auténtico «copago» en el que los padres de los jóvenes han de abonar una parte de la formación y la práctica.

La aportación económica de la Generalitat a las casi 60 federaciones deportivas ha bajado de 1,4 millones de euros en 2010 a poco más de 500.000 euros este año, siendo necesario tener en cuenta que la mayor parte del dinero aún no se ha abonado. El Gobierno valenciano ocupa la 16.ª y penúltima posición en gasto por habitante y año en materia deportiva en 2013 y esa no parece una buena base sobre la que asentar una actividad cuyo valor está unánimemente reconocido. Los ciudadanos, y muy especialmente los vinculados al deporte base, no entenderán las estrecheces actuales y venideras que conviven con eventos de talla internacional por los que se pagan cánones desorbitados, al tiempo que los mejores deportistas han de irse fuera para progresar.