Como a todos, a los políticos se les valora por lo que hacen y por lo que no hicieron. A ellos, además, se les valora por lo que consiguen o por su incapacidad e impotencia; por los resultados y no por las intenciones. Digo esto porque, efectivamente, el saldo de A. Fabra es impresentable: incapacidad, impotencia, resultados minúsculos, desastre mayúsculo, en fin, ni músculo para tensar ni molusco para llevarse a la boca. Pero esto lo digo yo, igual que digo que debería renunciar porque sostengo su insostenibilidad: nada está en su mano, sino en la de otros («si es necesario, me acostaré con Montoro») o en las de Nadie (¡Nadie, por favor, ven antes de que no quede Nada!). Pero esto lo digo yo, de la misma forma que digo que la situación de Fabra es de injusticia distributiva: Camps, Zaplana, Barberá, Rus, los paniaguados e imputados, C. Fabra, Alperi, Ripoll... y paro para no copiar el directorio al completo de los últimos 20 años, esos deberían asumir el trozo grande de la tropelía que les corresponde en el desastre del Titanic en lugar de estar entrejodiéndose (¡que sigan, por favor!). Digo esto porque estoy cabreado. Ahora resulta que el ministro Margallo (¡quién?), que como «tiene una casa en Xàbia» parece la Isak Dinesen que tenía una granja en África, se dedica a cabrearse porque no le invitan a un sopar en València, siendo como es de los Margallo de toda la vida que «tienen casa en Xàbia», y a putear al president por el fracaso a priori de las europeas (¡sí, por favor!) del que a posteriori le corresponde a él un mayor trozo de pastel por el papel que no ocupa. No es por nada, Margallo, pero si tú «tienes casa en Xàbia», yo «tenía un novio búlgaro y era una señora...» y fíjate en lo que me he convertido: ofrécese a particulares cunero para Zamora por tener allí un huerto. Abtenerse partidos políticos y agencias inmobiliarias.

No han congelado las pensiones, las han dejado de piedra: petrificado. Así como el congelado es un estado transitorio de un medio líquido, el petrificado es de naturaleza pesada y tiende inevitablemente hacia abajo, como decía el maestro Aristóteles. Imagínese que tiene 70 años y cobra 1000 euros de pensión. Cuando tenga 80 cobrará 1025; 1050 a los 90 y 1075 a los 100 (si me equivoco, ponga usted alguna cifra que no pueda rechazar). Si no se muere antes, recibirá una carta del Ministerio apremiándole al fallecimiento y un tarjetón de Rita Barberá, como santa Bárbara de Macastre, alcaldesa honorífica de València, felicitándole por el «suceso» y animándole a cruzar el semáforo de la plaça de bous. En fin y es que: como dice el rey de Holanda, mientras un lacayo vestido con librea le abría la puerta de la carroza, el Estado del bienestar es insostenible.

La semana que viene dejo al PP y escribo una de santos, mártires, procesiones o vírgenes: santa Tecla.