Días atrás, y tras un año largo de mediciones y debates, se ha hecho público que, por primera vez en el devenir de la aventura espacial, una nave humana ha conseguido salir del Sistema Solar para adentrarse en la oscura bóveda interestelar. En estos momentos se encuentra a cerca de 18.200 millones de kilómetros de distancia y se sigue alejando de nosotros a razón de 525 millones de kilómetros al año, lo que viene a representar a una velocidad de 17 kilómetros por segundo. Ni que decir tiene que estos registros no se deben a la acción específica de los propulsores actuales, sino al baqueteo que, tras décadas de historias, ha ido acumulando a su paso por diversos puntos del sistema. Tras hacer como que se marcaba un giro copernicano, poner acento en una subida de tono para remarcar que está reivindicativo perdido y anunciar que van a volver hasta las pagas extras, el piloto de la nave en la que vamos a bordo vio cómo Rita Barberà le birlaba una vez más el protagonismo gracias a que el tribunal de casa ha dicho que lo de la galaxia Nóos tampoco es para tanto en línea con lo que ya observó sobre la constelación Gürtel. Es lo que tiene la actualidad por estas latitudes: que ya no la marcan los representantes elegidos por la plebe, sino que éstos han de bailar al son que les tararea el reino togado. Mientras Rita no aprovechó para decir que volverá a presentarse porque ya lo anunció en otras dos ocasiones, los seres que tiempo atrás controlaron el hemiciclo aprovecharon para remarcar al piloto que sus anuncios y propuestas no son más que brindis al Sol, mientras que los de posiciones aún más alejadas le advirtieron que vive fuera de la realidad, sin pisar la Tierra. Lo que no entiendo es que, formando parte todos ellos ya del espacio interestelar, a la misión en curso le hayan puesto Voyager 1 cuando contamos con nombres mucho más nostres.