Por paradójico que resulte, cuando más se ha reducido la capacidad de gasto de las familias por el rigor de la crisis económica, más libertad tendrán los consumidores para efectuar sus compras. El presidente de la Generalitat, Alberto Fabra, aprovechó el debate sobre política general que se desarrolló en las Corts para anunciar que la figura de Área de Gran Influencia Turística que ha permitido a grandes superficies comerciales de Valencia abrir los domingos dejará de estar restringida al cap i casal para que el resto de municipios aproveche también esta prerrogativa y adapte los horarios del comercio local a los gustos de sus vecinos y visitantes.

Parece incuestionable que la sociedad camina hacia la libertad absoluta en materia comercial. Los nuevos hábitos de consumo y la presencia habitual de turistas en las grandes ciudades y en los municipios costeros animan a adaptar el horario a la demanda. El presidente de la Asociación Valenciana de Consumidores, Fernando Móner, recordó ayer que el comercio electrónico, «que abre 24 horas al día los 365 días al año», es el que más crece. El argumento y la tendencia comercial que describe son inobjetables. Aunque los efectos de la liberalización, en términos de ingresos y creación de empleo, son discutibles, no parece razonable navegar contracorriente. Al Consell, sin embargo, le falla el tacto: no ha consensuado nada con los perjudicados, los representantes del pequeño comercio. Es más, ni siquiera les había comunicado la iniciativa. Técnica comercial es lo que le falta.