Las personas sordas, a pesar de lo que se pueda pensar, somos un ejemplo de igualdad. La diversidad que conforma el colectivo hace que nuestra unión vaya más allá de las diferencias sexuales, de raza, de condición, de comunicación. Cuando dos personas sordas se encuentran, surge un profundo sentimiento de identificación. Un sentimiento común que nos identifica bajo una misma o parecidas experiencias vitales, que nos une y nos lleva a anteponer el bien común, la lucha por el bienestar, por la igualdad, por los derechos.

Los seres humanos necesitamos comunicarnos, la comunicación nos hace grandes. Es el instrumento que nos permite movernos en los diferentes contextos. Todas las personas sordas hemos sufrido lo que es sentirnos incomunicados y esto que en principio es un problema se convierte sorprendentemente en el principal elemento que nos hace identificarnos, unirnos, solidarizarnos, cooperar para buscar soluciones hasta alcanzar un sentimiento de igualdad tal que supera los prejuicios que todos podemos tener hacia personas de diferentes.

Hay belleza cuando una dificultad pasa a ser percibida como valor. Por eso, las personas sordas a pesar de enfrentarnos diariamente a barreras, dificultades, rechazos o infravaloraciones, somos dignas de admiración. Lo digo sin timidez. A lo largo de mi vida he visto muestras de solidaridad impensables. Personas que han acogido a otras en cualquier país del mundo, que han antepuesto sus intereses comunes, que han removido estamentos inaccesibles para conseguir un documento que facilitara la vida de otra persona sorda, que han ofrecido trabajo, comida, dinero, amistad, amor movidos solo por empatía. Es admirable. Como persona sorda, como presidenta, me siento orgullosa de nuestro colectivo. Felicito a la comunidad sorda por ser como es, más allá de los defectos que como individuos tenemos.

En estos tiempos en que son muchas las injusticias que sufrimos, por falta de presupuesto, por falta de recursos, por falta de expectativas, si me permitís, quiero dirigir este artículo a las propias personas sordas. La incomunicación cuando no disponemos de intérpretes de lengua de signos; cuando se nos estropea el procesador de un implante coclear y tenemos que financiarlo; cuando tenemos que sustituir, y pagar, los audífonos; cuando a nuestros hijos e hijas les recortan las horas de estimulación logopédica; cuando no nos dan un trabajo porque sospechan de nuestra falta de habilidad; cuando nos exigen el nivel B1 de inglés en la universidad y, sin embargo, antes nunca nos lo han enseñado; cuando estamos en una residencia de mayores incomunicados; cuando nos exigen oír a pesar de ser sordos; cuando nos dicen una y otra vez que necesitar intérpretes o cualquier ayuda técnica es como depender de terceros; cuando siendo personas sordas nos exigen que aparentemos no serlo€

Si eres persona sorda, sabes de qué te hablo. La incomunicación no tiene cabida entre las propias personas sordas. Te esperamos para construir igualdad.