El invierno pasado conocimos testimonios estremecedores de personas que apenas encendían la luz por miedo al recibo. Ni calefacción, ni vitrocerámica, ni plancha, ni bombillas de más de cuarenta vatios. Lo único que permanecía encendido en la oscuridad del frío hogar era la tele. Muchas viviendas adquirieron un tono como de cueva prehistórica. Vimos en la prensa fotos de familias enteras cuyos miembros, cubiertos con mantas, se agrupaban alrededor de la pantalla como nuestros antepasados alrededor de la hoguera. La tele tiene algo de hoguera fría. No puedes asar en sus rescoldos una rata, pero ves cómo se asan en ella, a fuego lento, los concursantes, los componentes del Campamento de verano y demás programas en los que hay que sudar tinta china para pagar el recibo de la luz.

Ahora que la electricidad vuelve a subir, le vienen a uno las imágenes del invierno, con esa combinación de oscuridad y frío tan propia de los países del norte. Las placas de inducción, que con tanto cariño pusimos, sintiéndonos centroeuropeos, se van a quedar sin estrenar. Quizá vuelva el butano, la bombona de butano de camping, en la que haremos deprisa una tortilla para la cena de los niños. Dice Rajoy que estamos saliendo de la recesión, pero no de la crisis, que viene a ser una variante pesimista de los brotes verdes y de la luz al final del túnel. Significa que avanzamos sin movernos del sitio. Entre tanto, los salarios bajan, la vida sube, y el paro no se arregla.

La subida del recibo de la luz, en estas oscuras circunstancias, tiene algo de metafórico.

„Es para que no veamos lo que ocurre „dice un vecino mal pensado.

Hace tiempo que del binomio luz y taquígrafos desaparecieron los taquígrafos, que están en el paro. Si ahora desparece la luz, apaga y vámonos. Las eléctricas, por lo que vemos en la prensa, son ricas, incluso muy ricas, y obtienen enormes beneficios. ¿Por qué entonces esta nueva subida? Respuesta: porque, además de ser ricas, mandan mucho. Sin necesidad de presentarse a las elecciones, determinan la política económica del Gobierno. El Gobierno las podría nacionalizar, pero no se atreve. Les dan trabajo cuando abandonan el Congreso.