La comparación de grandes hombres de la Historia con líderes locales, siempre suele hacerse en tono chusco. Pero curiosamente, a veces converge algún rasgo que acaba haciendo justicia al apelativo, aunque sea a costa de la carcajada. En tan aciagos días para la política interna del PPCV, no dejo de oír el nombre de Napoleón para referirse coloquialmente al presidente provincial de los populares y de la Diputación de Valencia, Alfonso Rus. Bien mirado es un halago para el poderoso alcalde de Xàtiva, que también tiene escaño en Les Corts, y aún le queda tiempo para presidir el club de fútbol de su ciudad, mientras sueña con llegar al puente de mando del Valencia CF, de la mano de algún inversor exótico con abundantes petrodólares o rublos de incierto origen. Rus, un hombre hecho a sí mismo, parece que ha cumplido la máxima del genial corso: «en la mochila de todo soldado viaja el bastón de mariscal». Ahora, tal vez engrandecido por los triunfos que lo han llevado a ser referente indiscutible, atesore el sueño de presidir la Generalitat Valenciana. Una quimera que algunos interesados de la propia bandería no cejan de insinuar, y que supondría, ya metidos en metáfora, un salto desde el máximo grado militar a la condición de virrey; aunque dicen los propios que ejerce como tal en su acotado terreno geográfico/político. Pese a las insinuaciones intencionadas que algunos pretenden hacer sonar, en ese río revuelto en el que está inmerso el PP de la Comunitat, opino, con información de primera mano, que Rus, al que considero poseedor de una inteligencia emocional poco común, se divierte con semejantes dimes y diretes, aprovechando al tiempo el poder que le concede la aureola de saltaparapetos, siempre imprevisible, y que tiene en un permanente sinvivir a sus correligionarios más próximos al President Alberto Fabra. Tranquilos, el Napoleón valenciano no está por ocupar el sillón del Palau, él sabe que es misión imposible. Al tiempo.

En los meses de verano las distancias entre el Molt Honorable Fabra y Alfonso Rus han ido recortándose, incluso han compartido visita al Castillo de Xàtiva, con ocasión de la Feria de la localidad, en un clima que los allegados a ambos han calificado de amigable. Esther Pastor, secretaria autonómica de Organización, por una parte, y por otra Marisol Linares, secretaria de Organización del PPCV, contribuyen en el aliño necesario que permite incrementar las maniobras de aproximación entre el President y el poderoso barón del PPV. Rus, más listo que el hambre, está cediendo en el tour de force con Alberto Fabra y distanciándose del clima contaminante, altamente corrosivo, que vienen generando el ya denominado, en clave interna de las corrientes fabristas, como «Trío Calavera»: el ministro, José Manuel García-Margallo; la alcaldesa, Rita Barberá; y el presidente de Les Corts, Juan Cotino. El ínclito Esteban González Pons, sigue desmarcado de los citados, aunque fuentes populares aseguran que no pierde ocasión de arrimar el ascua a su sardina, en el momento de informar a Génova 13. En algunos corrillos de la sede de los populares en la calle Quart, González Pons ya comienza a ser conocido como «el comisario».

La paz definitiva y el buen entendimiento entre Fabra y Rus parecen haber encontrado camino propicio, aunque el de Xàtiva no pueda evitar comentarios ligeros, con más socarronería que mala fe, relativos al ánimo de muchos populares con el President a la cabeza: «estan tots acollonats, inclús ell». Y lo dice sacando pecho, en el tono altanero de llanero solitario, con el que le gusta dirigirse a su incondicional grey. Cosas de Rus, un tipo que cada día se reinventa y que ahora mismo ocupa un puesto de aventajado privilegio en el tumultuoso PPCV. Tiene la fuerza de la militancia en la provincia de Valencia y el poder que le dan los presupuestos de la diputación, con la consiguiente capacidad de reparto económico entre los municipios. Alardea de arcas saneadas y de la capacidad de maniobra que le permite el tener más dinero que ninguna institución, con lo mucho que eso vale en momentos de tanta necesidad. El vehemente político conservador se siente fuerte y lo exterioriza a cada instante, pero quienes lo conocen bien aseguran que es menos temerario de lo que pueda parecer. Aunque el otro día, en el pleno del ayuntamiento de Xàtiva salió como un ciclón ante las críticas de la oposición y aseguró que volverá a encabezar la candidatura del PP a la alcaldía, pese a que todos los sondeos la dan por perdida. Genio y figura, como Napoleón, salvando las abisales distancias.

Alfonso Rus se la juega en Xàtiva, y en los últimos meses ha transmitido pesimismo entre sus más próximos: «xiquets, açó s´acaba», advirtiendo que hay que construir puentes que permitan una salida lo menos traumática a tantos años de poder y bonanza electoral. Por ello eran muchos los que vaticinaban un calculado adiós antes de las próximas elecciones municipales y autonómicas del 2015. «Una retirada a tiempo es una victoria», dicen haber oído a Rus en los últimos tiempos, adivinando que el pensamiento del líder valenciano estaba puesto en nuevos horizontes del mundo financiero internacional y, como ya se ha dicho, del fútbol, su gran pasión y vocación. Empero, el político valenciano vuelve a sorprender y a día de hoy asume el difícil reto de las municipales. Un conservador que conoce bien a Rus, desde los tiempos en que el hoy líder ayudaba en la tienda de su padre y era conocido con el cariñoso apelativo de «Ruset», no duda en asegurarme que «Alfonso nunca se sabe por dónde va a salir, su maquiavélica cabeza siempre está maquinando».

Pues bien, el president Fabra, al que todos los días le surge algún incendio político, tiene que lidiar con el conjurado Trío Calavera, con una recua de imputados atrincherados en el parlamento valenciano, con el descontento del grupúsculo heredado de Francisco Camps, con el comisario González Pons, y templar gaitas con Alfonso Rus, al que propios y extraños tildan de Napoleón y Maquiavelo.

Mientras tanto, desde Madrid Mariano Rajoy sigue obrando con tibieza en su apoyo a Alberto Fabra, posicionamiento nada extraño en la idiosincrasia del presidente del Gobierno, siempre de perfil en el escenario. Hay quien asegura que el apuntador de Rajoy en esta representación popular de la Comunitat es García-Margallo. Rus, que no comulga con el ministro, es el único que de verdad puede reforzar al President. Ambos están condenados a entenderse, so pena de arriesgarse a ver cómo se resquebraja el proyecto político que viene gobernando la Generalitat desde 1995, con mayorías absolutas. Pero ya se sabe, la política es más impredecible que la meteorología.