La democracia europea se desangra por los envites de populismos ultranacionalistas y xenófobos de extrema derecha. Lo deja claro el primer informe de la Unión Europea sobre calidad del sistema democrático. Aquella Europa de los valores de la Declaración Schuman tiene que soportar el bochorno de gitanos expulsados de Francia, antes por Sarkozy y ahora por Hollande. O cargar con la vergüenza de esa célula extremista infiltrada en los servicios secretos alemanes que asesinó impunemente a inmigrantes durante más de una década. Sin olvidar Grecia o Hungría ni dejar de lado la matanza perpetrada por Anders Breivik.

Queda muy lejos el recuerdo de aquella comunidad fundada por socialdemócratas y democristianos en plena posguerra; estos últimos años han consentido el auge del populismo ultraderechista. El resultado es que todos los Estados están ya infectados, incluida la inexpugnable Alemania de Merkel, donde en las últimas elecciones más de 634.000 alemanes han depositado su confianza en el partido heredero del nazismo, el NPD. Lo que se ha traducido en 300 concejales en todos los estados de la república. Y eso a pesar de que Alemania lleva años inoculándose un variado arsenal de vacunas legislativas que no han impedido, sin embargo, la propagación del virus.

Tanta dejadez política explica que los actuales partidos y movimientos extremistas, herederos pero renovadores del nazismo y del fascismo, se hayan infiltrado en todas las capas de la sociedad „especialmente los jóvenes„ alcanzando éxitos electorales incluso en los tradicionales cinturones rojos de las principales ciudades. Aunque en España la infiltración social extremista no se ha traducido „todavía„ en resultados electorales a escala nacional, empiezan a aparecer síntomas preocupantes: en el informe no alcanzamos la media europea en muchas de las asignaturas que garantizan la igualdad y la estabilidad política, como en derechos fundamentales, donde compartimos desmoronamiento con Hungría.

Claro que actuaciones como las de los patriotas contra el separatismo en la librería Blanquerna „amparados por las formaciones ultraderechistas y disculpados por parte de la derecha más conservadora„ tampoco contribuyen a mejorar ni nuestra media ni nuestra imagen. Ni ayuda promocionar al confeso antidemócrata Miguel Ayuso, catedrático de Ciencia Política y contertulio habitual de Intereconomía, que califica nuestro sistema democrático «como una mentira que no puede tener principios en función de su origen bastardo y espurio». Y en Valencia basta con fijarse en España 2000, que utiliza la xenofobia como señuelo ideológico y electoral, beneficiándose de la proverbial miopía de nuestras instituciones.

La paz „decía Schuman en su famosa declaración„ no puede salvaguardarse sin unos esfuerzos equiparables a los peligros que la amenazan. Parece que Bruselas se ha dado cuenta „al fin„ de que un fantasma vuelve a recorrer Europa: el neofascismo. Pero falta esfuerzo legislativo „y judicial y policial„ para enfrentar el peligro que está a las puertas y que no levantará su campamento aunque escampe la crisis. Toca recuperar aquel ecosistema político que fundó la Unión Europea sobre los principios universales de libertad, igualdad, solidaridad y dignidad humana.