Vuelve el «España se rompe«, con motivo de la cadena independentista de Cataluña, las recientes declaraciones del lehendakari vasco sobre el estatus compartido, las manifestaciones nacionalistas en Galicia, y la creciente desconfianza en alguna otra autonomía, como pudiera ser la nuestra, por el déficit de la financiación autonómica „«Valencia, pitjor que Catalunya», afirma Vicent Soler„ que permiten afirma que pensamos que no se rompe, pero no gusta la situación actual. Es la propia complejidad de un Estado que, durante siglos, no ha resuelto el problema de las nacionalidades y/o regiones que lo conforman, ni el de la financiación de las mismas. Santiago Petschen, valenciano, de Elx, con orígenes en Suiza, catedrático emérito de universidad, afirmaba al respecto „como en su día ya apuntaran el catedrático, García de Enterría, recientemente fallecido, y el exministro de UCD Otero Novas„ que cabe plantear un federalismo funcional, con las matizaciones que se quiera, compuesto por cuatro unidades, la castellana, la catalana, la vasca y la gallega. Y la reciente reunión de los socialistas, en Granada, y su declaración sobre federalismo solidario, también parece va en la misma línea.

Y cabe abordarlo, sin ignorarlo, negarlo, o imponer una solución que no sea adecuada. Se trata del reconocimiento de la identidad sin perder el concepto de la equidad. Y ahí está la cuestión. Hasta dónde el reconocimiento de la diversidad. Pues lo que debe ser, es el trato a cada cual en atención a su identidad, sin perder de vista que el trato diverso, en atención a la condición singular, resulte equitativo. Pues cuando uno se reconoce a sí mismo como es, no se niega a reconocer a los demás como son, y es lo contrario lo que agrava el problema. Así, desde determinados círculos del Estado, la óptica del centralismo y la intransigencia de algunas actitudes obstaculizan el reconocimiento de algunos territorios que presentan claros síntomas de necesitar un tratamiento diferenciado. La España de las autonomías debe avanzar en la democracia y reconocer su realidad social. Con obstáculos uniformadores, como tampoco con exigencias independentistas, que no se correspondan con la voluntad popular, no se resuelve el problema.

En cuanto a la inclusión valenciana entre las unidades arriba propuestas „es decir, si se le sitúa en la unidad castellana o en la catalana„ es la cuestión que, también, de una vez por todas, debe ser contestada por los valencianos. El alejamiento de la catalana resulta perjudicial para los intereses económicos valencianos mientras que su incorporación al histórico eje mediterráneo, además de favorecer intereses comerciales, que resultan obvios, supone el reconocimiento de nuestras raíces fundamentales, historia y cultura. Pues, parafraseando a Bernard Shaw „hablando de americanos e ingleses„ lo único que separa a valencianos, con el reconocimiento de todas nuestras peculiaridades, y a catalanes (y baleares), es que hablamos la misma lengua.