Ya están aquí los presupuestos de la recuperación, de la alegría y del confeti. El Gobierno, el mismo que hace menos de un año daba una rueda de prensa donde renunciaba a toda esperanza de revivir la economía española en esta legislatura, ha descorchado el champán. Vuelve el «España va bien», es decir, de nuevo van a engañarnos. El mismo gobierno que dijo a Bruselas que tendríamos una deuda pública del 80 % y roza un 100 %, que fijó un déficit del 2 % y tiene un 6 %, hace una fiesta. Pero claro, se acerca período electoral y hay que crear humo de recuperación, ya se sabe que con honradez o con gestión de los servicios públicos no van a llenar carteles ni vallas de campaña.

Llegan las europeas, y con ellas repiten el error de usarlas como plebiscito nacional. Toman las elecciones más importantes de todas como un barómetro de popularidad. Así nos luce el pelo. Los capitales hace tiempo que abandonaron su pensamiento en fronteras, o mejor aún, saben cómo usarlas a su favor, si no, que alguien le pregunte a Apple dónde tributa por sus ventas en España.

Mientras tenemos un gobierno que no tiene una idea de Europa, ni siquiera entiende lo que se está jugando en estas europeas, esta generación debe acabar la construcción política de Europa, porque el continente ya se empieza a quedar pequeño para incidir en la economía, y la ley de la selva económica ya vemos a dónde nos ha llevado. No es una cuestión de soberanía nacional, porque las naciones no piensan, no sienten, no comen, no viven, no respiran y, sobre todo, no deciden, deciden las personas. Como me aterran los hombres de Estado, porque a menudo son el peor estado de los hombres, esto es, gobernantes que sienten la necesidad de justificar una decisión como inevitable, a menudo porque es indefendible, políticos que han desterrado la verdadera política.

Nada es inevitable, si sabemos evitar a los gobernantes inadecuados, aquel invento de los estados-nación debe pasar a ser sustituido por otro invento, uno que nos sirva para dominar la economía, esa que ahora nos domina a nosotros. No se trata de un sueño, una Europa federal es una necesidad. Yo no quiero hombres de Estado, yo quiero un Estado con herramientas para solucionar los problemas, presupuéstennos una esperanza.