Los alumnos valencianos de Primaria y Secundaria flojean cada vez más en expresión escrita, según los resultados de la evaluación diagnóstica de la conselleria. No creo que pueda extrañar a nadie. Un factor fundamental para ese aprendizaje es la lectura, una costumbre cada vez más caída en desgracia, pero no solo entre los menores, sino entre quienes debería ser sus referencias de comportamiento: sus progenitores e incluso sus profesores. ¿Qué podemos esperar en este campo cuando nos tenemos que leer prolijos textos de ilustres catedráticos de universidad, por ejemplo, que resultan absolutamente ininteligibles por su pésima redacción? Y no hablemos de la expresión oral, si lo que nos encontramos, por ejemplo, cuando oímos a cualquier destacado político es una patada tras otra al diccionario y a los tratados de gramática. Sin olvidarnos de muchos de los que se asoman a diario a las pantallas televisivas o a los receptores de radio para castigar sin piedad nuestra lengua. Al final terminamos recolectando lo que sembramos.