Tanto en Turismo como en Historia y Humanidades, enseño a los alumnos algunas nociones de previsiones meteorológicas. Muy sencillo (habría que conocer su opinión, claro está): tomar el mapa de superficie e identificar anticiclones y borrascas y ver la dirección del viento. Finalmente, pasar al mapa de altura, al de 500 hPa, en torno a los 5.000 metros de altura y ver la distribución de presiones y temperaturas. Es el llamado «mapa de la verdad» porque la altura manda. Anticiclón, estabilidad y viento a favor de las agujas del reloj; borrasca, inestabilidad y viento al contrario de las agujas del reloj. Esta base se completa con la dirección del viento que determina la temperatura y la humedad de la masa de aire. Ayer mostraba los mapas de los días 25 y 30 de octubre y observábamos como había cambiado la situación. Una borrasca centrada entre las Azores y el Portugal continental afectando al norte y oeste peninsular con un pantano barométrico sobre el Levante español había dado paso a una dorsal, extendida sobre buena parte de Europa y prolongada bien adentro del Atlántico. De borrasca a anticiclón, ¿de tiempo desapacible a bonancible? Cesaron las lluvias en el oeste, que nunca las hubo en el Mediterráneo, pero por el contrario, el mercurio de los termómetros se desplomo hasta 10 ºC. El anticiclón, como seguro hará más veces a lo largo del otoño e invierno, con las isobaras recostadas sobre Europa, sustituyó la masa tropical por otra fría continental. Puso fin a este temporalmente atípico verano y nos trajo el otoño cuando más de uno pensaba que no llegaría. ¿Anticiclón, buen tiempo? Que se lo digan a los habitantes de Agata, en Rusia, donde el 31 de diciembre de 1968 se midieron 1083´3 mb de presión y soportaron entre -40 y -50 ºC. Eso sí, tiempo soleado y en calma.