Sobre Nou puede que esté todo dicho o que quede todo por decir. Desde hace años, todo lo relacionado con este medio es un dislate y su liquidación, otro. Pero más allá de la desaparición de cientos de puestos de trabajo y de una televisión que podría haber sido vertebradora del territorio y de las señas de identidad, está la consideración que Alberto Fabra tiene de los valencianos al esgrimir las razones del cierre: «No cerraré un colegio o un hospital por tener una televisión autonómica». «¿A dónde vas? Manzanas traigo». Es evidente que considera a su pueblo simple hasta el paroxismo, «sense trellat» y manipulable hasta cualquier extremo. Como si la gente no supiera que los colegios y los hospitales no hace falta cerrarlos, basta con no financiarlos e infradotarlos de medios para que funcionen en precario, que ya pagarán la cuenta los proveedores y las familias. Los sucesivos gobiernos valencianos han utilizado la RTVV, y por ende a sus espectadores, como un proxeneta a una prostituta, sin pudor, sin amor, sin respeto, con desprecio y con violencia. Y cuando ya no le sirve, a la calle.