Hace ya casi quince años publiqué en esta misma sección de opinión un artículo con un título muy similar: Árboles de Russafa, en el que me refería a la tala de algunos árboles emblemáticos del barrio, sobre todo los del antiguo palacete de Pedro III el Grande, que caían a manos de la especulación inmobiliaria, perdiendo una oportunidad única para crear un centro social público con jardín, que seguimos sin tener. Desde entonces ha transcurrido todo un ciclo de la historia de la ciudad y del barrio, incluidos el antes y el después de la burbuja inmobiliaria. Eso sí, siempre bajo el manto del omnipresente Partido Popular, que arraigó ya hace más de dos décadas por estas tierras imponiendo su natural tendencia a asfaltar y adoquinar el mundo, destruir la huerta y deteriorar barrios populares como el Cabanyal. Y nos encontrábamos, precisamente ahora, con una nueva oportunidad para mejorar la vida de Russafa al hilo del proyecto de reurbanización de muchas de sus calles.

Para ser justos hay que reconocer que se han ensanchado las aceras, suprimido plazas de aparcamiento en superficie y aumentado el número de alcorques lineales y equidistantes, que a buen seguro acogerán una única especie de arbolado, pues ya conocemos la incompatibilidad del gobierno municipal con la idea de la diversidad. Sin embargo, se ha perdido una gran oportunidad para crear en el barrio un verdadero núcleo libre de coches como encontramos en muchos centros históricos, ajardinar los chaflanes „especialmente patéticas las enormes esquinas sin un solo árbol que flanquean el convento de la calle Pintor Salvador Abril, donde tan bien quedaría al menos un buen ciprés,o los irrisorios rectangulitos de tierra frente al colegio Montañes. Por supuesto, la remodelación se ha hecho sin una suficiente consulta popular, imponiendo el gris adoquín „eso sí, más gordo y más caro, a buen seguro„ y la ausencia de la tierra a un barrio que se caracteriza precisamente por la diversidad multiétnica y el arte, tan cercano siempre a la defensa de la belleza.

Quizás en unos pocos años cambie el gobierno de esta ciudad, o puede que sigamos algunos decenios más con el mismo partido que se expresa a través del hormigón en el territorio. Pero aunque así fuera, deberían comprender que se ha llegado a un cierto consenso, incluso en las ciudades regidas por gobiernos conservadores, de que el atractivo de los barrios históricos y la mejora de la vida urbana „incluyendo una mayor seguridad para los niños, ancianos y dependientes„ tiene mucho que ver con la amplia peatonalización, el arbolado, el ajardinamiento extenso y los equipamientos sociales, que permiten que la calle sea un lugar para estar, para encontrase, no un espacio gris por el que exclusivamente transitar. Y que la remodelación de los barrios debe realizarse con la participación de los vecinos y sus asociaciones, no imponiendo un modelo ajeno a su personalidad que no aporta grandes mejoras. Bastaría con que la señora alcaldesa se diera una vuelta por el espacio peatonal y ajardinado entre la calle Guardia Civil y la avenida de Cataluña, para que se diera cuenta de que la gente „y todo tipo de locales comerciales„ está encantada con esta idea de espacio público.

Pero claro, eso sólo sería posible si el gobierno municipal estuviera realmente interesado en mejorar la vida de los barrios, en lugar de dedicarse a obras faraónicas como edificar el mar „el proyecto de La Marina„ u organizar eventos para ricos sin mayor continuidad, como la Copa del América o la Fórmula 1. Está claro que no aprenden, tras haber sepultado un montón de millones de los contribuyentes en la ruinosa Ciudad de las Ciencias y su Ágora eternamente inacabada que, aunque así se llame, no es una plaza abierta para el encuentro de los ciudadanos, sino un espacio cerrado al que se accede previo pago de entrada. Pues ya puestos, y para ser un poco conexos, yo les sugeriría que cambiasen el color azul de su imagen corporativa por el gris adoquín, que creo que los representa mucho mejor, y desde luego quitaría la palabra «tierra» de sus discursos, eso tan polvoriento que ustedes siempre tratan de sepultar.