Los empresarios valencianos estuvieron entre los más activos a la hora de forjar una alianza para que en diciembre de 2010 el catalán Joan Rosell se alzara con la presidencia de la patronal española CEOE. Era una apuesta estratégica de gran sentido porque las economías catalana y valenciana tienen muchos puntos de encuentro, no solo en el ámbito sectorial, sino también en el derivado de su ubicación geográfica. Era de esperar que Rosell aportara a la gran organización de los empresarios españoles ese punto de vista periférico que en Madrid está tan desenfocado, y no solo en el mundo empresarial. La CEOE, en aquellos días, vivía la convulsión derivada de la salida forzada de su presidente, Gerardo Díaz Ferran, que acabó con sus huesos en la cárcel. Pasados tres años, la realidad parece que se ha impuesto a los deseos reformistas que impulsaban la candidatura de Rosell. Entre los empresarios valencianos cunde un cierto desencanto al percibir que los asuntos generales se mueven en la sede de la gran patronal casi bajo las mismas pautas de épocas anteriores, con nula atención a cuestiones centrales en Valencia, como el reparto de funciones entre cámaras y patronales. No todos creen que Rosell no ha podido marcar el terreno al conglomerado que tradicionalmente ha impuesto sus criterios en la CEOE, ahora encabezado por el presidente de la patronal y la cámara madrileñas, Arturo Fernández, con vía directa en el PP. Algunos empresarios apuntan más hacia la complejidad de una organización plagada de grupos de presión sectoriales que ahogan el debate y hacen cundir el inmovilismo.