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Conservan hasta la F-1

Jesús Civera

Hay un antes y un después de la crisis, de acuerdo. Pero en el caso de la CV quien ha gobernado el antes (la euforia económica) y también el después (su ocaso) ha sido el PP. Bajo su reinado se levantaron grandes obras y, bajo su reinado, como si se tratara de una paradoja antropológica, esas mismas obras se han puesto a la venta en los mercados internacionales. Bajo su gobierno apareció la Fórmula 1 y también desapareció. Y bajo su dominio se ha volatilizado el sistema financiero valenciano y ha fenecido la radio y televisión pública valenciana. Esa misma crisis ha golpeado a Cataluña, con raíces productivas similares a las valencianas y cuya quiebra es análoga a la de aquí, y, milagros de la vida, los vecinos del norte conservan la intocable TV3 -con enormes deudas y enorme plantilla-, la Fórmula 1 y los grandes ejes de su sistema financiero todopoderoso (el PP de Madrid, que el de aquí no ha tocado bola, les ha «regalado» parte del valenciano). Cataluña ha de recurrir a Montoro para apuntalar las áreas del bienestar social (dejemos ahora la contribución de Cataluña al Estado) al igual que la CV, pero, a diferencia de este trozo de España, su «núcleo» duro permanece inmutable. Hasta el Liceo guarda su espíritu primigenio mientras no se sabe dónde acabará el del Palau de les Arts, que vaga como alma en pena pidiendo oxígeno. ¿Cómo es posible?

El dilema pertenece al ámbito económico/político, y el fondo es siempre el mismo: el peso que desplaza Cataluña y la invisibilidad de la CV. La CV no existe en los equilibrios de poderes. No preocupa a los estrategas del PP nacional ni a los estamentos del Estado más allá del puro interés electoral. Si les preocupara no hubieran cerrado Canal 9 planteando una dicotomía perversa: o se cierra la tele o se cierran hospitales. Fabra tampoco ha ayudado mucho: la sensibilidad identitaria no es su fuerte y el informe neoliberal de los sabios económicos dado a conocer ayer (el viaje de Tamames de la ortodoxia marxista a las estribaciones de la escuela de Chicago es de aúpa) apuesta por unas TV públicas autofinanciadas o suprimidas: ni servicio público, ni promoción del valenciano. El imperio de los criterios economicistas. Fabra lo avala. Es el mundo ideológico de FAES.

Periodismo. La sustancia del periodismo es sencilla: contar historias bajo una determinada mirada. Si la mirada es personal, la cosa va bien. Si la mirada refleja intereses exógenos, la cosa no va tan bien. Ciertas caras de Canal 9 han pasado de reverenciar al PP a machacarlo. El corte ha sido tan brutal -de un día para otro: al conocer la extinción de RTVV- que el fenómeno lo estudiarán los manuales de ética del periodismo dentro de unos años. Una mutación insólita que impugna cualquier convención en ese sentido. Esos rostros de Canal 9 -son los mismos- no es que se hayan rebelado en antena contra el «opresor» PP sino que denuncian manipulaciones, atropellos y censuras. La peripecia es insólita: los telespectadores observan el cambio con una perplejidad atómica. Los rostros que narraban las excelencias del PP, ahora lo hunden; los que silenciaban los abusos, ahora los narran; los que silenciaban a la oposición, ahora la exhiben. En fin, tal vez cuenten las cosas como deberían haberlas contado antes, pero la credibilidad -de ellos y del periodismo- anda por los suelos.

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