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Peregrinos del erotismo

Carles Recio

El domingo más de trescientas personas vinieron al acto final del festival artístico «Ciutat Vella Oberta», la «Ruta de la Valencia erótica». Hasta ahora se habían recorrido la morería o la judería, pero por vez primera se rememoró la mancebía, famosa en su tiempo a nivel internacional. Este espacio estuvo abierto durante más de 500 años proporcionando beneficios directos tanto al Consell como a muchas parroquias valencianas. Durante la Edad Media la prostitución fue considerada por la Iglesia un mal menor, hasta que con la Contrarreforma se combatió duramente. Clausurado «el Partit», las profesionales del amor se trasladaron al barrio marinero de las Barcas hasta la reforma urbana del blasquismo, que las llevó al entonces decadente barrio de Velluters. Toda una epopeya humana dentro de la urbe.

Según comentarios, este «Domigo erótico» fue el acto más respaldado de todo el certamen. Iniciamos el camino en Lope de Vega comentando las funciones del almotacén o mustassaf, vigilante del comercio y consumo, que reprimía a las hetairas que ejercieran su oficio fuera del burdel oficial. Bajo las sicalípticas gárgolas de la Lonja recordamos los enredos sentimentales de Blasco Ibáñez en sus novelas, especialmente «Arroz y tartana», donde la señora más decente se resigna a prostituirse con un antiguo empleado para salvaguardar su posición social. Atravesando la Bolsería, recuperamos los amores adúlteros de Alfonso el Magnánimo con una dama de esta calle, de cuyo amores nació el príncipe Ferrante de Sicilia, para gran desespero de la reina María de Castilla, incapaz de dar un heredero a su marido. Desde el mercado que fue palacio de Sorells, entramos en la vieja mancebía, observando los restos rectilíneos de su trazado urbano. Esta gran bolsa urbana estaba situada en un extremo ciego de la ciudad, encerrada en su propia muralla y bajo el gobierno esperpéntico del «Rei Arlot». La gran reforma urbana de la calle «Jardins» eliminó, no sabemos si intencionadamente, el vetusto callejón de «las amorosas». El nombre lo dice todo. Esta denominación estuvo vigente hasta hace muy pocos años, aunque ahora esté desaparecida del nomenclátor. A través de Na Jordana, y tras explicar como el convento del Carmen hizo negocio especulativo con los solares burdelarios, llegamos a la calle Alta 60, donde nació en 1957 Bienvenida Pérez. En los años sesenta muchos hombres emigraron a Europa buscando trabajo.

Sólo se habla de ellos. Pero también muchas mujeres buscaron su supervivencia económica en Alemania, Francia o Suiza, convirtiéndose en unas prostitutas silenciadas. Una muestra más del machismo imperante. Su suerte no fue muy distinta de las miles de mujeres que tuvieron que trabajar en la Mancebía de Valencia durante siglos. Sobre todas estas féminas oprimidas, y justo en lugar tan emblemático, surgió Bienvenida Pérez como su vengadora imparable, para demostrar que el «capital erótico» puede ser catarsis de muchas situaciones adversas. La valenciana batalló como «Bernardette» „piadoso nombre„ en las más altas esferas británicas. Se casó con dos aristócratas, sedujo a muchos otros, se vio implicada en asuntos de dinero y espionaje, y después escribió unas memorias espectaculares. Por ello colocamos una placa conmemorativa en su casa natalicia, para recordarla no sólo a ella, sino a todas aquellas mujeres que sufrieron y sufren la discriminación social y humana de un mundo injusto. Gracias a los establecimientos «Ocho y medio» y la gastrotaberna «Los tres cerditos» que nos dieron apoyo logístico para completar esta singular «Ruta» a la que se iban incorporando participantes en cada calle. Esa noche fuimos unos auténticos peregrinos del erotismo.

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