Múnich, una ciudad próspera y puntera en tecnología, ha dicho «no» a los grandes eventos. En concreto, a unos Juegos de Invierno. En realidad han sido los alemanes, a través de un referéndum, los que han expresado su rechazo a la candidatura olímpica de 2022. De nada ha servido el empeño de los políticos en llevar adelante la iniciativa. La preocupación por los gastos derivados del proyecto y por las posibles consecuencias medioambientales han pesado más que las promesas de prosperidad. Años antes, St. Moritz/Davos y Berna también interrogaron a sus paisanos sobre la idoneidad de pedir créditos para aventuras semejantes. Y la respuesta fue igualmente negativa. Sentido común se le llama a eso. Tanto de los ciudadanos como de sus gobernantes. No estaría de más que nuestras autoridades decidieran preguntarnos de vez en cuando, sobre todo porque hay que gastar bien lo poco que queda tras la despilfarradora gestión de tantos filibusteros. Votar solo cada cuatro años da para muchos excesos. Y para demasiados olvidos.