Puede que la historia del arte no la recoja, y la escena, en su concepto artístico, acabe devorada por la noticia, pero la instalación compuesta por el mausoleo de Lenin y, a poca distancia, el cuerpo desnudo de Piotr Pavlenski con su escroto clavado a los adoquines de la plaza Roja tiene una potencia expresiva y simbólica que, para mí, la convierte en la obra del año. El motivo de la protesta, y hasta la intención del artista, sería lo de menos, dicho sea con todo respeto a la nobleza de la causa. El diálogo entre el cuerpo momificado de Lenin, protegido por el mármol clasicista del monumento, y el cuerpo vivo y vulnerable de Piotr es una alegoría plástica del poder del Estado y el del individuo, de la intensidad de algunos lugares, que nos clava a ellos, pero también de la extraña voluntad del ser humano por tomar estado en la conciencia de otros, para que la corriente no nos lleve.