Un estudio continental encargado por los socialdemócratas europeos a una empresa británica de análisis sociológicos alerta del deterioro de la democracia y los valores que representa en prácticamente toda Europa. Habla de las agresiones a inmigrantes, del rechazo que suscita entre los habitantes muchas barriadas el tener como vecinos a musulmanes y del auge de los partidos de extrema derecha o nacional-populistas.

Menciona también algo que nos es por desgracia muy familiar sobre todo a los españoles: la corrupción a todos los niveles. La corrupción, acompañada de la sensación de impunidad de los corruptos, ya sean políticos, empresarios o banqueros, crea una fuerte desazón en la ciudadanía y un desapego creciente de la cosa pública. Se está jugando con fuego y muchos de quienes nos gobiernan no parece que quieran darse por enterados. ¿Será que no les importa o que incluso en el fondo les beneficia?

Lejos de intentar tranquilizar a los ciudadanos, de tomar medidas para acabar con la corrupción y los corruptos, los partidos se dedican a echarse la culpa unos a otros. Es el famoso «y tú más» que tanto nos indigna. A veces da la impresión de estar asistiendo a una representación teatral en la que los políticos se limitan a interpretar el papel por el que les pagan, que consiste en arrojar lodo al que tienen enfrente, para luego irse todos juntos a tomar copas. Tienen los ciudadanos la sensación de que de nada sirve votar a un partido o a otro porque al final todos terminan haciendo lo mismo, que es llenarse los bolsillos, mientras crece la brecha entre una minoría, cada vez más rica, y la mayoría de la población.

Es una deriva peligrosa que puede resultar, como hemos visto en Grecia y en otras partes en el auge de la extrema derecha y de la xenofobia porque muchos ciudadanos, humillados, terminan pagándolo con el más débil e indefenso: el inmigrante, el miembro de una minoría étnica. Mientras crece poco a poco en algunas partes la marea ultra, en casi todas se extiende el desapego de la política, motivado por la impresión de que de nada sirve tomarse la molestia de rellenar las papeletas de votación. Y son precisamente los jóvenes, los sin trabajo y todos los que podrían ayudar a cambiar algo los primeros en arrojar la toalla.

Aumenta de ese modo la abstención entre todos esos grupos y los llamados en inglés working poor , la nueva categoría de personas que no consiguen salir de pobreza o que han terminado cayendo en ella pese a tener un trabajo. Lo cual beneficia siempre a los partidos conservadores, que es en el fondo „podríamos sospechar„ lo que ésos persiguen.