Hubo un tiempo en que el marxismo denunciaba la sociedad de consumo, basada en la creación de necesidades más o menos ficticias, y en la sumisión a ellas del consumidor. Luego el consumismo derrotaría por KO al comunismo, y el ejército en fuga de éste se adaptaría al terreno: China pasaría a ser la gran manufactura del consumismo global, reinventaría un capitalismo bajo control del partido, y programaría (última reunión del Comité Central, hace días) elevar al consumismo la conciencia del proletariado. Bien, la adaptación es clave de supervivencia, pero hay un punto en el que todo se degrada a farsa. El sedicente marxista y castrista Nicolás Maduro impulsa un salto cualitativo en la revolución bolivariana consistente en que el pueblo venezolano acceda al televisor de plasma, por la vía del saqueo de tiendas de electrodomésticos. Coño, por lo menos Castro daba educación y sanidad.