Muchos de nuestros políticos, sin duda, aprovechan el tiempo en sus labores oficiales, gestionando un gobierno obtenido a través de las urnas. Trabajando por el interés general y dedicando su esfuerzo en el bien común de todos los ciudadanos. Fomentando políticas de empleo, riqueza y modernización. Liderando actuaciones de progreso y desarrollo€ Y otras muchas medidas y políticas dignas de acometer.

Así y todo, no puedo dejar de pensar que en algunos casos el grado de atención a los importantes asuntos citados, necesariamente queda mermado por otras circunstancias ajenas y que a continuación esbozaré: noticias, primicias, exclusivas, declaraciones, o entrevistas con que los medios de comunicación bombardean todos los días, en cada una de sus 24 horas. En tiempo real y a velocidad de vértigo. Con frecuencia alimentadas, manipuladas o sesgadas por intereses oscuros, conocidos o inciertos. Rencillas sistemáticas „que se agitan y nunca se agotan„ entre partidos contrarios, pero también entre personas que pertenecen al mismo partido, o de fuera del partido. Da lo mismo€ Siempre rencillas, crispación, agitación, desunión e inestabilidad. Siempre la resta o la división.

Es un escenario complejo, hostil, desconcertante y nada aleccionador. No cabe duda de que sus protagonistas tienen que emplear parte de su tiempo, nadando y permaneciendo a flote. Tienen que gestionar y tratar esos asuntos como prioritarios en su agenda. Además de los propios oficiales inherentes a su cargo y que son para los que realmente han sido nombrados. En definitiva, se ven obligados a repartir su tiempo „de ahí que se detraiga„ en estos otros asuntos, digamos extraoficiales y seguir, como mejor puedan, atendiendo los oficiales. En los primeros se juegan mucho de su presente y de su futuro. En ellos va con frecuencia su reputación y su prestigio. Incluso su puesto y su sueldo.

Es razonable concluir que el tiempo dedicado a contestar dichas noticias, a gestionar los medios, a afrontar los conflictos, a preparar las defensas o testimonios judiciales€, se resta necesariamente del empleado en los puramente oficiales. El tiempo es un recurso tan valioso como escaso. Por mucha capacidad que se posea, nadie puede estirar o alargar las horas que tiene un día. Y no olvidemos que son esos asuntos oficiales, los que afectan al interés general (los que he citado al principio), a los que, en primer lugar, y por encima de todo, se deben nuestros políticos. Para eso están ahí. Por competencia, por convicción y por cargo. Ministros, directores, alcaldes, consejeros, asesores€, han sido nombrados precisamente para atender esas importantes responsabilidades oficiales lo mejor posible. Aplicándose a ellas con todo el tiempo, atención y concentración posibles, sin permitir que factores ajenos resten o distraigan el preciado recurso.