Mi padre siempre me cuenta por estas fechas que él fue una de las primeras personas en enterarse de la muerte del presidente Kennedy. Recuerda que andaba enseñando la ciudad de Sevilla a militares norteamericanos desplazados a la base militar de Morón cuando tuvieron que salir corriendo a sus puestos por la emergencia nacional decretada tras el magnicidio. Dos días después nací yo y crecí con el enigma de su muerte. Lo rememoro como una cinta cinematográfica entre las imágenes históricas grabadas por el videoaficionado Abraham Zapruder y la película «JFK», gran crónica de Oliver Stone que narra la muerte de Kennedy, pero sobre todo desmenuza las vaguedades aceptadas por la comisión Warren que endosaba el muerto a Lee Harvey Osvald ante la evidencia de intereses ocultos. El cine es una gran fuente de conocimiento de la historia y si se hace con rigor, es periodismo en estado puro. Ayer se cumplieron los 50 años de la muerte del presidente Kennedy y es un buen momento para ver de nuevo el filme y rememorar qué ha pasado desde entonces.