La vuelta atrás suele ir asociada a la decepción. Como revisitar los escenarios del amor temprano y que el algarrobo del primer escarceo sea ahora una escombrera. O como el regreso de Iniesta a Johannesburgo, que se le hizo la portería pequeña. Añoramos la memoria física y tangible cuando la geografía del cariño es mental. La vuelta atrás en política también es harto complicada. Sólo los más conspicuos conspiracionistas ven una pulsión de regreso en la hiperactividad de Aznar, de libro en libro, o en el jugueteo entre Camps y el juez Castro.

Desandar caminos trillados, en el poder, la profesión o la vida es un trabajo ciclópeo. Creemos conservar la razón moral pero nos condenan los errores, las debilidades o los hechos. Disculparse por lo pretérito puede ser profiláctico, pero es un mal negocio. La penitencia suele malentenderse o usarse con dolo. Y responder al insulto es un gasto inútil, un perdigón ante la artillería pesada de la demagogia, menudeo ante la falsa certeza de la mentira repetida.

No obstante, ante el cierre de RTVV, que es como un filicidio, si servidor tuviera que dar un consejo al president Fabra „el Molt Honorable no me lo pedirá„ le rogaría que volviera tras sus pasos. Que negociara sin rendirse. Y que cuando se hubieran cerrado todas las puertas, cegado el túnel del diálogo y fosilizada la intransigencia, volviera a negociar. Hasta la extenuación. El Consell hereda una situación transversalmente viciada por la gestión de los últimos directores/as, nefasta cuando no delictiva en algún caso. El TSJCV cercenó una solución pero el fracaso se remonta a la inexistencia real de una negociación, por la incapacidad sindical pero, sobre todo, por la catadura de los representantes empresariales. Ahora lo sencillo parece el armaggedon, pero eso no es gobernar. El Ejecutivo se inclina hacia una solución final „si me permiten el exceso metafórico„ animado por los cheer leaders de turno. La tele no sirve sin audiencia „ai mare el share, con cuanta idiocia se te ha criminalizado y cuanto se te añora hoy„ mal gestionada y con mando a distancia en palacio. Pere Mayor recordaba lo atávico de la identificación entre poder y televisión. No hace falta recrearse en el diagnóstico y las responsabilidades están repartidas. Servidor asume su parte alícuota.

A la herencia recibida por Fabra „de sus epítomes políticos„ se suma el ruido: los juicios legítimos se acompañan de la sospechosa y carroñera unanimidad editorial con el cierre, tertulianos amnésicos, plañideras de postín, palleters last minute, tontos útiles, algún caradura y lobos solitarios con teclado fácil. Degradación total. Paralelamente, Murcia anuncia su nueva televisión, el inefable Ignacio Villa „jefe de la tele castellano-manchega„ vocea que él no cierra, Feijóo alardea del canal gallego y con razón... Aquí, sin embargo, tomatina letal, incluida la estupidez exterior. Como esa de que Canal 9 tiene más plantilla que Tele 5 y Antena 3 juntas. Una insensatez que crece en pestilencia por repetida, lerda y tramposa. Aquí nos va el buffet libre de cuanto peor mejor. Pero lo que se necesita con urgencia es trellat. Nos jugamos mucho todos. Es tiempo para la política en mayúsculas. Hacer política es rediseñar, corregir, gestionar con transparencia, profesionalidad, responsabilidad, seriedad, madurez, perspectiva, visión de futuro. Negocie president. Más vale hacerlo y arrepentirse que no hacerlo y arrepentirse. (Maquiavelo).