Las fuerzas de la naturaleza no son malas ni buenas, simplemente son. Lo dramático son sus devastadoras consecuencias. Con las palabras ocurre que lo que son, y lo que causan, depende del significado que nosotros les demos. Al principio, los huracanes fueron designados sólo con letras del alfabeto griego, luego se echó mano de la mitología y después del santoral. En algún momento „existen varias teorías respecto al origen„ pasaron a llevar siempre un nombre de mujer. Las quejas del movimiento feminista a finales de los 70 hallaron eco y empezaron a alternarse con los masculinos. El tifón que ha desangrado Filipinas es conocido como Haiyan en el resto del mundo pero en el archipiélago se mantiene la tradición de los apelativos femeninos y allí es Yolanda. El ciclón que ha sacudido Cerdeña ha sido bautizado Cleopatra y el de la India, Helen. Los nombres son una convención. Pero las convenciones las carga el diablo. La RAE acaba de admitirlo, a medias, al eliminar alguna acepción de tufo machista. En el Génesis, la desgracia cayó sobre la humanidad de la mano de Eva. Y así siempre.