Termina la cumbre del clima en Varsovia que ha estado repleta de acontecimientos. Y termina con un nuevo fracaso, aunque desde las Naciones Unidas se haya querido vender como positivo la obtención de mínimos avances en materia de reforestación y de un nuevo sistema para contabilizar las emisiones de gases de efecto invernadero en todo el mundo. Lo importante se ha dejado para las próximas cumbres que se celebrarán en Lima el año que viene y en París en 2015. Van pasando los años y no se resuelve lo importante. Las emisiones de CO2 siguen creciendo y tengan una mayor o menor influencia en la dinámica del clima terrestre, lo cierto es que contaminan una atmósfera ya muy alterada desde comienzos de la revolución industrial. Varias ONGs se salieron de las reuniones a la vista de la pérdida de tiempo de encuentros interminables que no han llegado a ningún acuerdo esencial. Y a ello hay que añadir el gasto económico, que pagamos todos los países, es decir, todos nosotros, de la celebración de este tipo de cumbres. Hace unos años los ciudadanos nos interesábamos por el desarrollo de estas cumbres del clima. En Kioto se llegó a alcanzar un acuerdo de mínimos para la reducción de emisiones que fue celebrado como un gran logro. Pero desde entonces, nada de nada. Parece que se ha aceptado que el cambio climático es algo inevitable y que ya vendrá el tiempo de tener que poner dinero para pagar sus efectos. China y Estados Unidos emiten el 43% de los 30 millones de toneladas de CO2 que se emiten anualmente a la atmósfera. Vamos a la deriva. Pero esto parece ya un proceso planificado y asumido.

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