Teniendo en cuenta que la política es el arte de lo posible, y lo posible molesta a casi todos, pues los que se atornillan a lo dado ven lo posible como un peligro, y los que levitan en lo imposible lo ven como una traición, es fácil de entender que el político siempre sea un incomprendido, obligado por profesión a nadar entre dos aguas. Por eso, la mayoría de los que han ocupado cargos de altura sienten la necesidad de darse una segunda oportunidad de hacerse comprender y escriben sus memorias pasado un tiempo, en busca de la absolución. Sin embargo, el lector solo suele buscar en las memorias las maledicencias, las acusaciones contra los que fueron colegas y amigos, las cosas que no deben contarse, sin pararse en la nueva versión de los hechos. La razón estriba en que el poder marca a fuego, y las palabras de las memorias corren sobre esa imagen acuñada como agua que resbala.