Qué divertidos estamos. Lo peor del momentazo no es contemplar cómo el galán que comanda el Ejecutivo elude contestar a cuestiones que tienen a su formación y a su acción de gobierno en el disparadero. Lo duro vendrá después. Cuando ya no esté y Rajoy escriba un libro para contárnoslo. Es lo que se desprende del desfile de ex al que asistimos y que por lo menos ha observado el decoro de alejarse del Día del Libro para que a Cervantes no le entren ganas de cortarse el otro brazo. El que faltaba, o sea Blair, presentó ayer la obra magna de Zapatero titulada El dilema a estas alturas de la vida por llamarla de algún modo. Otro modo es frenopática perdida. Sí, porque lo único que nos faltaba por ver es a un Pedro Solbes polemista y, viéndolo, estamos. Qué más hubiera querido el partido que lo acogió que encontrar en él a un gallo de pelea. Pero salvo en el mandoble propinado a Pizarro en 2008 „y encima para defender que de qué crisis me hablan„ siempre ha estado más imbuido del orbe cisterciense. En el debate electoral de las cnadidaturas por Alicante en 1996, con un salón a reventar frente a Trillo y al profesor de Derecho Manuel Alcaraz „el menos conocido de largo en el ámbito nacional, que propinó una lección a ambos„ nuestro experto en Economía estuvo empíricamente dormido. Y eso que era mediodía. Por su reconocida trayectoria, Solbes debe ser un hacha de laboratorio, pero lo suyo nunca ha sido expandirse políticamente hablando. Y sin embargo ahora, con tantos motivos para callar „incluído Blair„ se pegan este pasote. A pesar de los pesares, Zapatero ha vuelto a estar elegante advirtiendo que nunca tuvo la sensación de mantener discrepancias de fondo con el entonces responsable de Economía y Hacienda cuando éste ha reiterado que se arrepiente hasta de haber ido en las listas de 2008. Con tanta mandanga, Solbes va a terminar por hacer bueno a Zapatero. Y no es fácil.