La vocación imparable del humano consiste en pasar de criatura a creador. Ése es su destino, y no se detendrá ante nada hasta cumplirlo. Cuando lo logre podrá responder a las preguntas primordiales. El empeño ahora reside en crear individuos a su imagen y semejanza, y, frente a todos los obs­táculos técnicos, éticos y legales, pronto lo hará. ¿Por la vía de actuar en las sustancias en que reside el programa de la vida o por la de la simulación de las formas en que esa vida luego se despliega, o sea, de dentro hacia fuera o de fuera hacia dentro? La segunda vía tiene una opción un tanto primitiva, pero sugerente, en las llamadas impresoras 3D, que ya crean objetos a partir del polvo y empiezan a ser capaces de producir vísceras. Como según nuestra mitología el primer hombre fue creado a partir del barro, no debería ser descartado este camino, pues el mito sólo es una memoria profética.