El año que finaliza ha sido, según distintos indicadores, el del despegue económico y de la salida de la crisis iniciada en 2008. Sin embargo, las buenas estimaciones de los datos macroeconómicos no se perciben todavía en el seno de la sociedad, sobre todo en sus capas más vulnerables. El reto para 2014 está, por tanto, en hacer efectiva, en sentido práctico y directo, la recuperación económica para el ciudadano de a pie. Para ello, como ha indicado el Rey, será necesario contrarrestar el todavía exagerado efecto del paro, asegurar la accesibilidad a los bienes de consumo básicos y garantizar la solvencia de los servicios esenciales básicos, desde la sanidad debilitada por los recortes a una educación ahora presa de demasiados conflictos. La empresa de salir de la crisis que se marca para el 2014 es ardua y poliédrica y, por tanto, es misión colectiva que no puede escatimar esfuerzos. Pero no es una tarea exclusivamente de condicionantes económicos. Poco o nada se avanzará si no se logra superar el divorcio entre clase política y ciudadanía. Para lograrlo será imprescindible la renuncia expresa de las esferas dirigentes y su entorno, sin excepción a la corrupción política. En 2014 deberemos ver todavía a demasiados políticos rindiendo cuentas de los devaneos cometidos en el pasado. Lo lógico debería ser todo lo contrario, el testimonio nítido y ejemplarizante de la clase política. El mensaje de optimismo que emana de las instituciones será creíble en la medida en que el ciudadano pueda percibirlo en su devenir cotidiano. Debe imponerse un claro cambio de tendencia sin excusas y es responsabilidad de los gestores públicos generar el clima de confianza y los medios necesarios para que los primeros efectos de la recuperación económica, todavía débiles, pero que ya se vislumbran, repercutan sobre el ciudadano.