Si hace unos días recordábamos que la ortografía de Castelló es de 1913, no está de más recuperar otra efemérides devenida en este 2013 que se nos acaba. Hace ochenta años se fundó la Academia Oficial de la Lengua Valenciana, el único precedente legal de la actual Academia Valenciana de la Lengua, y nadie ha hecho mención del acontecimiento.

En 1933 el Partido Republicano hizo una gran campaña por la autonomía valenciana. Estábamos en plena República y la catalana ya se había formado, pues la Constitución de 1931 reconocía este derecho de las regiones. El partido fundado por Blasco Ibáñez se apuntó a la moda y formó una «Comisión Gestora del Estatuto Regional Valenciano». Se celebraron varios mítines y manifestaciones total para poco, porque no se pusieron de acuerdo en nada.

La Diputación de Valencia, embebida de este furor nacionalista, acordó en su sesión plenaria de 8 de mayo de 1933 la fundación de la «Acadèmia Oficial de la Llengua Valenciana» por iniciativa de su presidente Joan Carot. Además se la doto con la nada desdeñable cantidad en aquellos tiempos de 2.500 pesetas. De todo ello queda constancia en la página 177 del libro de actas de aquel año.

Era la típica maniobra tragicómica de los partidos valencianos. Cuando no tienen otra idea a mano, adoptan coyunturalmente un valencianismo de opereta para justificar su actuación. La inmadurez se demuestra en que ni se consiguió la autonomía, y ni tan siquiera se puso en marcha la celebrada «Academia», pese a disponer de fondos para su funcionamiento.

Lo único que queda de aquella «primavera valenciana» son los entusiásticos artículos de prensa. Roger Boty, quien proclamaba que: «No ha habido pueblo ni nación alguna en el mundo que tenga una historia tan netamente liberal, laboriosa y justa como la Nación Valenciana». Todo ello en el diario El Pueblo, que unos años antes había bramado contra «la lepra catalanista». Claro que Félix Azzati, orgulloso antivalencianista que hoy tiene una calle principalísima en Valencia, había muerto en 1929 y ya no podía enmendar a sus discípulos.

La cuestión es que se funda la «Academia Oficial de la Lengua Valenciana» con el fin legal de «dar una unificación oficial al riquísimo idioma vernáculo. Respetando, desde luego, el clasicismo de la Lengua Valenciana, aunque equiparándola a las necesidades y corrientes modernas». Sobre el ámbito lingüístico se declara entusiásticamente que «el idioma Valenciano es el primero en España en cuanto a antigüedad y riqueza literaria, siendo el actual catalán un dialecto del mismo». ¿Qué hubiera pasado si aquella Academia de la Lengua se hubiera puesto en marcha? Hubiera sido muy divertido, y mucho más si durante la transición algún presidente de la Diputación hubiera decidido constituirla, puesto que formalmente aquel acuerdo de 1933 nunca se derogó. Con un sencillo decreto de presidencia nombrando a los académicos aquella institución se hubiera podido poner en marcha.

Pero en Valencia falta espontaneidad popular, voluntad política y sobre todo información histórica. La Academia Oficial de la Lengua Valenciana se quedó en el limbo y muchos años después las Cortes crearon la Academia Valenciana de la Lengua, que nunca ha recordado a su antecesora, como tampoco la Real Academia de Cultura Valenciana, hija de la Diputación. Xavier Casp lo resumía así: «Pero les ales no em creixen, si la voluntat no em creix».