La batalla por captar el tráfico de contenedores, en la que luchan abiertamente los puertos de Valencia, Barcelona, Algeciras y Tánger, ya ha provocado algunas bajas significativas. Nuestro cap i casal ha perdido el liderazgo que ostentaba en esta modalidad del comercio marítimo en el Mediterráneo en favor del complejo de Algeciras, que ha sido capaz de mejorar los servicios que ofrece a las navieras al tiempo que saca partido a sus menores costes laborales y aprovecha su privilegiada situación estratégica, al ubicarse en la misma puerta del inmenso y acaudalado mercado europeo.

A la dura competencia que representa el puerto andaluz se une la apuesta de la monarquía marroquí por afianzar el crecimiento económico del país con todos los recursos a su alcance. El impulso del enclave marítimo de Tánger-Med ha vencido todas las resistencias, incluidas las medioambientales, ya que el puerto se asienta sobre un paraje protegido. Marruecos ofrece bajos costes y está dispuesto a corregir su déficit de infraestructuras con grandes inversiones que requieren abundante financiación. El Gobierno español se ha mostrado solícito y ha aportado un crédito de 73,8 millones de euros.

El Ejecutivo de Rajoy piensa en las empresas españolas que se beneficiarán de la construcción del eje ferroviario. Perfecto. En quien no ha pensado es en el puerto de Valencia, que perderá más competitividad mientras se le niega apoyo para modernizar la vía férrea que conduce a Zaragoza. Cada uno tiene sus prioridades.