El 5 de enero falleció, a los 67 años, Salvador Regües Gil, el mejor y más apasionado cronista del Levante UD de Valencia. Un varón, además, culto y cinéfilo. Hace dos o tres años me envió un calendario navideño de felicitación confeccionado por él mismo y basado en las imágenes y los actores y actrices de las películas que consideraba como señeras en la historia del cine. Coincidíamos al 98 %, pues nos criamos en el gran cine de las salas y de los cine clubes, no en la basura audiovisual y de videoclip de hoy. Gracias a Salva, recuperé, en una copia de buena calidad, la película Tanganyika (1954) y le convencí de que Ruth Roman era más sensual „ sobre todo cuando vadea un río, junto a Van Heflin„ que su adorada musa Ann Margrett.

El 13 de enero de 1990 publiqué en esta misma sección una especie de crónica-reportaje sobre una cena homenaje organizada para agradecer a Salvador Mas Gimeno sus servicios al club a lo largo de más de cincuenta años. Salvador Regües me propuso ir a la cena, en la sala Xúquer, a la sazón muy popular: fue inaugurada por Ágata Lys, la nueva Marilyn. El acto fue muy emotivo. El menú se compuso de merluza levantina, jamón al horno braseado (salsa Godard) y banda de piña (crema Signí).

Winston Churchill, brillante y mordaz especialista en frases que han pasado a la historia, dijo, en plena Segunda Guerra Mundial, que la situación era muy sencilla: «Europa está invadida por el ejército alemán, menos España, que está invadida por su propio ejército». Paco Gandía Carbonell, el legendario comentarista radiofónico y portavoz de la gran familia levantinista, repitió en aquella cena su ya histórica frase. Figura en todos los anales de frases históricas. Es un proverbio épico y al mismo tiempo con un poso de amargura: «Nuestro Levante está forjado en el yunque de la adversidad».

El Levante UD siempre ha sido más que un club. Es una gran familia, como la de Regües „entre otras muchas„ quien la compaginaba con su familia: María José y la prole de ambos. Y, en tiempos, con otra familia, la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Valencia, donde trabajamos ambos. Regües fue director de la sucursal de Requena. Después surgieron Bancaja, Bankia y actualmente el magnate asiático Lim, desconocedor de aquellas entrañables y populares cartillas de ahorro y del empeño de joyas y joyitas.

Volviendo a Mas Gimeno, recuerdo que lloró, y no por el florido discurso del presentador, Luis Lluch, acreedor, por su erudición y lirismo, a un premio de Lo Rat Penat. No. Lloró porque durante su breve parlamento le vinieron a la memoria sus compañeros y amigos de la familia levantinista, vivos o muertos. Y estuvo a punto de llorar mucho más a causa del jamón al horno braseado con salsa Godard. Ahora, todos lloramos por Salva Regües. De verdad.

El Levante UD es, en líneas generales, el equipo de las capas sociales humildes, de la menestralía del Grao (poblados marítimos), y todo lo más, del pequeño y mediano empresario. Regües y Pedro Sempere, otro levantinista de película, me iniciaron en el ser profundo de este club. El árbitro Ferrete, la bestia negra del equipo (le robó un par de partidos), o los continuos apagones de luz durante aquel partido Levante-Coruña (el encuentro se prolongó una hora y media más de lo reglamentario), no consiguieron que Regües, Sempere y el resto de los granotas abandonaran el campo. Al igual que los personajes de las películas de John Huston, profesaban la moral del perdedor. Véanse El tesoro de Sierra Madre, La jungla del asfalto o El hombre que pudo reinar.

Salva, descansa en paz, cobijado por Ann Margrett. Y gracias por tu última felicitación de un venturoso año 2014.