La realidad es aquello que, cuando uno deja de creer en ella, no desaparece» Frase del autor de la novela en la que se basó Ridley Scott para su escabrosa y genial Blade Runner. Hay palabras que las personas se empeñan en borrar de su vocabulario por mucho que por sí mismas definan su realidad; «crisis» era lo que Zapatero intentó ocultar y «deuda» aquello que Fabra no afronta. Uno es pasado para nosotros, otro preocupante presente.

El tiempo ha mostrado que el no uso por Zapatero de «crisis» era reflejo de la incapacidad de su gobierno, para reaccionar al diagnóstico. La realidad estaba allí y nos cayó de golpe. Mientras no se reconocía lo real se tomaron decisiones que incrementaron el gasto hasta límites impensables. Fue en forma de Plan E y de nuevo sistema de financiación de la comunidades autónomas (CC AA). Habíamos cerrado 2007 con un estimulante superávit público del 1,9 % y dos años más tarde, sin pronunciar «crisis», cerramos con un déficit del 11 %. Ni teníamos dinero para pagar el Plan Zapatero, ni las CC AA dejaron de gastar irreflexivamente.

Ahora, mirando por el rabillo del ojo sus egoístas posibilidades electorales, Fabra y su Consell son incapaces de pronunciar y asumir la palabra «deuda». Incluso lo han hecho cuando el viernes ya se confirmó, vía Banco de España, que al finalizar 2013 la Generalitat Valenciana (GV), incluidas sus empresas públicas, registró una deuda que supera los 32.000 millones de euros (equivalente a uno de cada tres euros generados por los valencianos a lo largo del año). La GV sigue manteniendo el liderazgo en la triste lista de deuda de CC AA en función de los respectivos PIB.

Con la situación estatal a punto de llegar a una deuda pública del 100 % del PIB, la pregunta ha pasado a ser: ¿es viable una GV que mantenga cifras de deuda muy superiores a la media de CC AA? La respuesta es no, a menos que el Gobierno central pueda seguir inyectando dinero del resto de españoles o de lo que pueda recaudar por estos mercados de Dios.

Como en Valencia «deuda» es un mantra, se ha decidido que el término a debatir sea «nuevo modelo de financiación». Es razonable pensar que si la GV hubiera recibido más dinero del Estado, su deuda podría ser menos impresionante. Sin embargo, alguna duda aparece cuando se observa que desde 2009, cuando se cambió el modelo de financiación citado en el episodio de Zapatero, la GV empezó a recibir, aunque modestamente, más dinero que con el modelo hasta entonces vigente. Los números indican que de poco sirvió aquella corrección, pues desde entonces hasta ahora, la GV ha doblado su deuda, esto es, no se dio corrección alguna en la reducción del gasto hasta el muy tardío 2012.

Por mucho que nuestros políticos se encelen en reclamar una mejor financiación, esta es una discusión que ante la dimensión de la deuda y la herencia del pasado ha ido dejando de ser operativa. Los valencianos, siempre quejosos de lo mal tratados que estábamos, repentinamente hemos tomado conciencia que muchas otras CC AA enarbolan informes, aparentemente tan sesudos como los nuestros, que también defienden que sus respectivas financiaciones son inferiores a la que deberían ser. Todas argumentan que tienen derecho a corregir esta situación.

Sin entrar en mayores discusiones, es obvio que cualquier superación del desaguisado es imposible a menos que estructuremos el estado de otra forma. Puestos en esta posibilidad, ni los más optimistas piensan que la solución pueda darse en poco tiempo. En este marco no es nada aconsejable seguir ignorando el impacto de la deuda en la CV.

No es agradable plantear que en la actual situación de la economía española, cualquiera que sea el nuevo modelo de financiación autonómico factible, la GV no va a estar en condiciones de reducir el montante de nuestra deuda. Y esta situación no es mantenible durante mucho mas tiempo: el déficit de 2013 está por encima de cualquier previsión firmada con el Estado; con morbosa cadencia llegarán los avales que desde la GV se firmaron con criterios casi facinerosos; para 2014 ya tenemos la seguridad que habrá que recurrir al FLA que incrementará los intereses a pagar... Así ¿hasta cuando?

El president Fabra y el conseller Moragues (la oposición parece que también) lo fían todo a esta desconocida nueva financiación. Por el momento el propio Gobierno central ya ha notificado que: 1) si la GV no paga sus facturas, lo hará Hacienda descontándolo de las cantidades destinadas a Valencia, mas allá de las sanciones por incumplir el déficit comprometido; 2) no habrá nuevo modelo hasta que la Reforma Fiscal, que empezó a esbozarse hace pocos días, se haya debatido.

Mientras se espera esta «reforma basada en la reforma», la deuda seguirá con su taxímetro en marcha y a medida que nos acerquemos a la segunda mitad del año puede que volvamos a hablar de temas, no por repetidos menos serios. Como el pago a las farmacias, la atención a discapacitados y tantos otros episodios propios de ignorar la realidad a la hora de hacer presupuestos.

Hay dos salidas, y ninguna cómoda: a) una quita de la deuda que la GV que tiene con la Hacienda estatal, cosa que parece complicada tanto por la novedad que supondría, como por la inevitable reacción del resto de CC AA; b) devolución de transferencias. No es el momento de argumentar si Madrid puede gestionar mejor o peor que la GV, ni siquiera entrar en el debate de la recentralización. Se trata de reaccionar.

Si seguimos dejando la sanidad, la educación y los servicios sociales bajo la gestión de las posibilidades presupuestarias y de la deuda de la GV, estos servicios públicos corren muchos riesgos. Es una cuestión de prudencia plantearse si existen mecanismos, alternativos al actual, exclusivamente vehiculado a través de la GV, que sirvan para afrontar el actual riesgo, posiblemente, previo adelgazamiento de las administraciones central y autonómica.

Estamos hablando de un baño de realidad.