Mientras Artur Mas sube a cada ronda la apuesta, Rajoy se mantiene enrocado en la ley, y se niega a sentarse en la mesa de juego. El problema es que la ley, cuando se infringe, debe hacerse cumplir por cualquier medio, y mejor no pensar en los disponibles. Rajoy, como registrador de la propiedad que es, no concibe que estando inscrita Cataluña a favor de España pueda salirse del Registro; pero si la masa que se llama a la propiedad ocupa la finca, ¿cómo se la echa de ahí? Aunque Rajoy ha acreditado ser buen político, sabemos poco de su capacidad para afrontar situaciones extremas. España es un país de riesgo, con unos demonios familiares que en el fondo tienen nostalgia del infierno. La defensa de la Constitución es una buena causa, pero si estamos donde estamos es debido a aquella defensa cerrada e inflexible de hace años, cuando se metió a fondo tijera al Estatut reformado.