Angela Merkel, Hillary Clinton y Dilma Rousseff no son mandonas. Son jefas. La ejecutiva de Facebook Sheryl Sandberg ha lanzado en Estados Unidos una campaña de concienciación bautizada como Ban Bossy (Prohibir mandona) en la que Beyoncé y otras mujeres de éxito enseñan a las niñas que la ambición ni es mala ni es sólo cosa de hombres. Aquí, Sandberg lo tendría más difícil. Cantantes poderosas, aunque a años luz de divas como la citada, Madonna o lady Gaga, aún podríamos rascar alguna. Y en política, sí, tenemos una vicepresidenta del Gobierno y un puñado de lideresas de pro. Empresarias de renombre, ahí están las Koplowitz. Hasta podríamos echar mano, ahora que la justicia está en primer plano, de una juez estrella, una, Mercedes Alaya. Pero pare usted de contar. En España somos más de consortes: una reina, una princesa y dos infantas, apartadas de los focos ambas, por distintas razones. Y aun ni estas sirven de ejemplo. De la reina se alaba su papel secundario, a la infanta Cristina parece que sí le perdió la ambición y a la princesa Letizia los monárquicos recalcitrantes la critican justamente por eso, por mandona.