Jordi Pujol es el gobernante que frenó el independentismo catalán durante el cuarto de siglo que permaneció a la cabeza de la Generalitat. Así lo corroboran los sondeos sobre la evolución del porcentaje de partidarios de la ruptura definitiva con España, ahora situada en torno o por encima de la mitad del censo de Cataluña. Con estos antecedentes, merece atención especial el pronunciamiento del expresident en vísperas de cumplir 84 años, durante un acto celebrado el pasado lunes. Tras recordar que votará «sí-sí» al doble referéndum y descalificar la tercera vía muerta, cerró la convocatoria con una frase en catalán, idioma universal, en la que constaba una mezcla de determinación y desaliento. «Nosotros corremos un riesgo, ustedes corren un riesgo, pero no hay marcha atrás».

El expresident más simbólico de Cataluña sentencia la irreversibilidad del proceso en curso, en vísperas del debate en el Congreso sobre el referéndum de independencia. Pujol puede estar equivocado, pero costará encontrar analistas más capacitados. O más equilibrados, porque el sesgo nacionalista del auditorio no frenó los elogios del creador de CiU a España, que «es un gran país, no un país de filfa ni mucho menos». Hizo extensivas sus loas al castellano, otro idioma universal, «que es muy importante en el mundo, fuera bromas». Pese a ello, avala una independencia donde lo llamativo no es que suponga la exclusión de Europa, sino que avance imparable a pesar de la amenaza de expulsión del Paraíso continental.

Madrid y Barcelona, porque de esto se trata siempre, afrontan un «conflicto de principios morales», por emplear la expresión de Karl Popper, ganador de la primera edición del Premio Internacional Cataluña creado por Pujol. El intelectual conservador supondría una provechosa lectura para Rajoy, si no fuera porque está enfrascado en Marca y no le queda tiempo libre para otros pensadores de cabecera. A pesar de los discursos acerados, PP y PSOE han abandonado a la sociedad catalana a su suerte. Así volverá a demostrarse en el debate parlamentario de rechazo del referéndum, metamorfoseado en un acto de campaña para las europeas. Mientras uno de los cuatro ABCs madrileños, y cada vez es más difícil distinguir cuál de ellos, exige editorialmente la pronta aplicación del Código Penal, populares y socialistas se desvanecen en el espectro político catalán.

En el supuesto de que PP y PSOE „más indistinguibles que los ABCs madrileños„ posean la razón absoluta sobre Cataluña y las necesidades de los catalanes, ¿por qué cada vez les vota allí menos gente? Ahora mismo, los sondeos les adjudican la quinta y sexta posición, dos partidos testimoniales con los mismos porcentajes escuálidos que si se presentaran en Portugal o Francia. En el territorio catalán se ha inventado incluso una forma autóctona de votar español, que se llama Ciutadans y que conseguirá más sufragios que la suma de populares y socialistas. De momento, Cataluña se ha independizado del PP/PSOE. Los indicios apuntan a que también habrá sido pionera en esta desafección al bipartidismo en el seno del Estado.

De Renan a Ortega, la nación se decide por un plebiscito cotidiano, por lo que el interrogante inicial debe resolver si a un ciudadano le apetece formar parte de la empresa gestionada por Rajoy. En un añadido inevitable, hay que preguntarse por qué el proceso independentista se ha desbordado con el actual presidente del Gobierno, cuando nunca lo hubiera hecho con Felipe González. Las acuciantes necesidades de financiación de la Generalitat no explican por sí solas el huracán desatado. Frente a la imprescindible labor de seducción, Rajoy escatima los elogios a una Cataluña dentro de España, porque no ama a Cataluña. De hecho, utiliza una superioridad de hidalguía fabulada para sentenciar que no quiere verla «empobrecida». Curioso manifiesto en quien ha disparado la deuda de su país hasta límites inéditos.

El PP/PSOE quiere obligar o doblegar a Cataluña, un camino errado con las actuales proporciones a favor del referéndum. Pujol apoya a un Artur Mas «que está llevando el proceso con mucha prudencia». Frente a las invocaciones guerracivilistas del cardenal Bronco Varela, el expresident de la Generalitat reclama que las acciones se desarrollen «pacíficamente, pacíficamente». Por supuesto, el bifosilismo se apuntará a las doctrinas cardenalicias. Tendría gracia que un catalán gobernara Francia mientras se aplasta al Gobierno catalán.